SILVESTRE ZAMBONI. La apasionante historia de un inmigrante.
Fotos personales tomadas el 8 de julio de 2022
Mientras buscaba información sobre el titular de este monumento funerario me encontre en una obra dedicada a la inmigraci{on italiana, en el capítulo dedicado a los herreros, la biografia de este personaje apasionante del que solo transcribo una breve parte del relato que recomiendo intente leer. Un dato m{as con el que se fortalece mi convicci{on que me dice que la RECOLETA es principalmente el memorial de la INMIGRACI{ON MERITORIA.
RECURSO.
FUNDICIÓN HERRERÍA MECÁNICA
Un dia del año 1856, un hombre joven, fuerte, vigoroso, de maneras desenvueltas y andar resuelto, hermosa frente y ojos llenos de fuego y de vida, pisaba por vez primera el suelo rico y hermoso de la patria argentina. Acompañábalo un niño de 12 años.
Eran inmigrantes y acababan de llegar de Italia, patria de ambos. Quien hubiera observado con detención á aquel hombre, hubiera comprendido que la alegría inmensa que experimentaba por el feliz término de largo viaje, emprendido con aquel niño, pedazo de su corazón, se mezclaba el sentimiento profundo, la negra melancolía que entristece el alma del que se encuentra lejos del hogar y la familia.
¿Quién era ese hombre?
Era uno de esos miles de trabajadores que abandonando el suelo trilladísimo de la vieja Europa, vienen á buscar en la tierra feracísima del continente descubierto por Colon, libertad, riquezas y ventura. Era un nuevo elemento de paz y progreso para la República Argentina.
Se llamaba Silvestre Zamboni.
Era uno de los descendientes de antiquísima familia italiana que desde siglos atrás viene trasmitiendo á todos sus nuevos miembros á manera de hereditario sentimiento, la vocación á la mecánica. Todos los Zamboni son herreros, mecánicos habilísimos y algunos de ellos, cual el que nos ocupa, se han hecho notables por útiles inventos y grandes empresas con éxito realizadas. Algunos miembros de esta familia se han establecido en Francia, en Suiza y en Alemania.
Siendo aún muy joven, pero conociendo ya con maestría todos los trabajos que son de la competencia del herrero mecánico, Silvestre Zamboni, salió de Domodossola, lugar de su nacimiento, para entrar en el ejército, por el tiempo que la ley le obligaba á servir, como militar, a su patria. Su bizarría, su intrepidez, su valor y la exactitud en el cumplimiento de sus deberes le hicieron merecedor de una alta distinción, de un gran honor: ser uno de los cien individuos elegidos por el General Lamarmora, entre todos los que componían el ejército italiano, para formar el primer célebre cuerpo de bersaglieri.
Terminado el período de servicio militar que le correspondía, Zamboni volvió al lado de su familia y empezó de nuevo a trabajar en su oficio de herrero mecánico. Poco después, el amor ligaba su destino al destino de virtuosísima mujer. Silvestre Zamboni trabajaba bien, y ganaba lo suficiente para mantener con comodidad á su esposa y á sus hijos; pero éstos aumentaban y crecían, y ambicionando, a la vez que hacerlos herederos de algo más que de su buen nombre y de su amor al trabajo, poseer los medios y el campo de acción para desarrollar su actividad, y poner en práctica los pensamientos que al calor de legítimas aspiraciones nacieran en su mente, resolvió imponerse el sacrificio inmenso de separarse de su esposa y de sus hijos, y trasladarse a América con la fe que da al hombre la conciencia de su propio valer.
Dejando á su familia todo el dinero que poseía, menos el indispensable para el viaje, se embarcó, acompañado de su hijo mayor, para esta capital, a la cual, no muchos años después, su genio creador había de dar una nueva gran fábrica y nuevos hermosos edificios, en uno de sus barrios, por él más que por nadie valorizado. Dos días después de su llegada, ya Silvestre Zamboni trabajaba como oficial en una delas mejores y principales herrerías de aquel entonces.
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