martes, 23 de agosto de 2022

ELIAS ROMERO MARULL. Una tienda con una gran historia

ELIAS ROMERO MARULL. Una tienda con una gran historia.

Fotos personales tomadas el 23 de abril de 2022.
El edificio de esta tienda ubicado enfrente de la Iglesia de San Miguel y de esta circunstancia toma el nombre, es realmente un palacio con detalles de un gran esplendor. El perfíl de este negocio fue realmente de vanguardia para su tiempo y por suerte se ha salvado de la demolición. Acompañamos con una imagen de un vitral de ese edificio. En una de las placas conmemorativas podemos leer: "A Dr. ELIAS ROMERO MARULL. Homenaje de veneración del Personal de Tiendas San Miguel en el 1er. aniversario de su muerte. 29 de junio 1947". En esta placa podemos observar el rostro del homenajedado rodeado a ambos lados con las imágenes de posiblemente dos alegorias y en el fondo la silueta del edificio de esas tiendas que aún se mantiene en pie.
RECURSO
La historia de la Tienda San Miguel comienza en 1857. La provincia de Buenos Aires continúa separada, desde 1854, del resto de la Confederación Argentina, y ha elegido gobernador a Valentín Alsina. No obstante las tensiones políticas, la ciudad de Buenos Aires sigue prosperando como ninguna otra urbe sudamericana contemporánea. Expresión de esta euforia de progreso y riqueza, nacida de la incesante expansión del comercio internacional con los llamados “frutos de la tierra” – cereales, cueros, lana, carne desecada --, la gran capital del Sur se regala un teatro de ópera, el Colón, sobre la Plaza de mayo, y el primer ferrocarril que surcó suelo argentino. También se inaugura, el 23 de Julio de 1857, la tienda propiedad de dos jóvenes socios españoles. Elías Romero y Patricio Gutiérrez, en la calle de la Victoria -- hoy Hipólito Yrigoyen – número 756, entre las de Chacabuco y Piedras; la misma que más tarde se llamaría, al mudarse a Bartolomé Mitre, entonces la Piedad, y Suipacha, San Miguel, del nombre de la iglesia vecina.
A poco andar la tienda, que adquirió prestigio por la calidad de la mercadería y la esmerada atención, se alejó Gutiérrez de la firma y quedó al frente Elías RomeroHabía nacido en Viniegra de Abajo, provincia de La Rioja (España), y arribado a la Argentina en 1852, poco después de que la batalla de Caseros, al terminar con el largo período de gobierno de Juan Manuel de Rosas, iniciara la transformación del país hasta convertirlo en uno de los más progresistas y ricos del mundo.
La ciudad de Buenos Aires era todavía, por entonces, la Gran Aldea, pero ya con ínfulas de metrópoli. De 90.000 habitantes en 1855, pasó a 128.000 en 1862 y a 286.000 en 1880. No fue casual que Elías Romeroinstalara su tienda cerca de la Plaza de Mayo, o de la Victoria: era el barrio de las grandes familias patricias que, si bien residían aún en casas grandes pero modestas y con relativa austeridad, empezaban a apreciar las comodidades que Europa proponía. Así lo expresa el historiador José Luis Romero en “La ciudad patricia, 1852-1880”: Un creciente mercado interno atraía a muchos productos manufactureros extranjeros – percales y muselinas, porcelanas y chocolates – que se exhibían en las tiendas de la calle Victoria o Perú y se consumían en el seno de las familias acomodadas que, poco a poco, pasaron de la sencillez republicana al lujo ostentoso de las nuevas burguesías”.
Llegó el momento en el que el local de Victoria al 700 resultó insuficiente para el volumen de operaciones y Romero adquirió entonces el edificio que varias generaciones conocerían como tradicional. Esto era en 1871, el mismo año en que Buenos Aires es diezmada por la epidemia de fiebre amarilla. En pocos meses, a partir de las fiestas de carnaval, la peste cobra nada menos que 13.614 vidas. Es presidente de los argentinos, desde 1868, Domingo Faustino Sarmiento. Un viajero europeo aporta estos datos: hay una librería por cada cien salones de billar, y entre 150 pulperías, bares o cafés. Las familias pudientes de la ciudad han iniciado, a raíz de la fiebre amarilla, el éxodo hacia la zona norte, como refleja el popular José S.Alvarez, Fray Mocho, en uno de sus más graciosos diálogos callejeros, “Me voy p’al Norte…”
En medio de tantas conmociones, Elías Romero emprende con serenidad la nueva etapa de sus negocios instala a su familia en los altos del flamante local. Son ya muchos los hijos, y muchas las actividades, no limitadas al comercio sino extendidas a las tareas agropecuarias. Desde el mirador de Suipacha y Piedad, Romero acaso atisbe con satisfacción el incesante vaivén de su clientela. Las principales casas de decoración y de modas, de Londres y de París, le envían sus novedades. Pero la San Miguel promueve también la industria nacional, pero no pocos artículos se confeccionan en sus propios talleres. Casi no hay residencia importante, hotel, embajada, o despacho de funcionario en la ciudad, cada día más populosa y espléndida, que no ostente algún aporte de la San Miguel: alfombras, cortinados, tapizados, adornos. También, ropa de mujer, de calidad, y accesorios de buen gusto que, desde las numerosas vidrieras en torno de las dos calles, atraen a las personas más exigentes, tanto que se hace indispensable, al ritmo del crecimiento de Buenos Aires, ampliar la tienda, una y otra vez. En coincidencia, casi siempre –y esto es curioso- con algún acontecimiento de recuperación en la comunidad. Se expande así el negocio, sobre Suipacha, o sobre Piedad, en 1880, primero, y luego en 1890. Años cruciales, ambos. En 1880 se federaliza por fin la ciudad de Buenos Aires como capital de la República, tras una larga lucha política que varias veces llega al enfrentamiento armado y que obliga al presidente Nicolás Avellaneda a trasladar provisionalmente la sede del gobierno a Belgrano, para desde allí derrotar al sublevado gobernador de la provincia, Carlos Tejedor. Es también el año de la elección del general Julio Argentino Roca como presidente, el hombre que resumirá a la denominada "generación del 80”, y también a la política argentina, durante mucho tiempo.
Elías Romero atraviesa las tormentas sin soltar el timón de su empresa. La cual se expande, no sólo en el área física ocupada por la tienda: la familia es numerosa, y las oficinas del sector ocupado en la actividad agropecuaria requieren la compra de una casa más, sobre la actual Bartolomé Mitre. Esta residencia, igualmente muy característica de un período de la arquitectura porteña, se incluye también en el proyecto de refacción y adaptación tan felizmente emprendido por IANUA.
Nueva ampliación, en 1899. Pero el primer Elías Romero no estará aquí para contemplarla: lo sucede su hijo Elías Romero Marull,quien conducirá hasta 1946. En este penúltimo año del siglo XIX, la argentina rebosa de euforia progresista. No es para menos: se alcanza, por ejemplo, la cifra récord de exportación de lana, 237 millones de kilogramos.
Ha llegado el momento de abordar a la tienda San Miguel tal como la conocieron las generaciones más recientes, y tal como los responsables de Ianua S.A. resolvieron conservarla. En 1926, Elías Romero Marull, confía a importantes especialistas, argentinos y extranjeros, la remodelación de un negocio que ya en 1911 había merecido la distinción de figurar, en una prestigiosa publicación británica, entre las tiendas más importantes de Sudamérica. El notable arquitecto José Julián García Núñez, a quien se deben algunos de los mejores edificios estilo “art Noveau” de Buenos Aires –entre ellos, el hoy mutilado Hospital Español-, se encarga de la obra. Con excelente criterio, respeta el edificio original, dotándolo, eso sí, del lujo y las comodidades que la época reclamaba. Mientras se efectúan las obras en la Tienda San Miguel, en ningún momento se deja de atender al público. Vale la pena –puesto que todo se conserva- recorrer los distintos rubros de la refacción de aquel año. Frentes e interiores son obra de Frederick Sage & Co., de Londres. Pilas tras del frente, con basamento de granito negro, fuste de mármol rosado de Syros, capiteles de bronce labrado: los mármoles se trabajan en el taller porteño de Castelpoggi. El equipamiento eléctrico responde a Lix Klett y Cía. Resulta una solución original, aún hoy mirada, el doble acceso por la ochava de Suipacha y Bartolomé Mitre, con su juego de vidrieras. Las mamparas de éstas, lo mismo que estanterías y vitrinas del interior, son de nogal italiano.
Rasgo característico del local, los magníficos vitreaux, en la claraboya del salón principal y de uno adjunto, y en el ventanal, abierto en la galería del primer piso, con la imagen del arcángel San Miguel, fueron hechos en Buenos Aires por la firma Antonio Estruch, y prueba su calidad el que hayan resistido, con daños mínimos (ya reparados, por cierto), el largo período de clausura el trajín de las filmaciones. Lo mismo que los pisos de parquet, a los que bastó rasquetear y pulir para que luzcan como nuevos.

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