MARCO AURELIO MARTÍN AVELLANEDA SILVA (1835-1903
(Obra de Juan José Cardona)
Fotos personales tomadas el 10 de octubre 2020
RECURSO.
Marco Aurelio Martín Avellaneda y
Silva nació en San
Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina, en 1835, hijo de Marco Manuel de
Avellaneda y de Dolores de Silva y Zavaleta. Era hermano de Nicolás Avellaneda,
futuro presidente argentino, y del legislador Eudoro Avellaneda.
Se graduó de doctor
en derecho en la Universidad de Buenos Aires, dedicándose luego a la política.
Fue diputado nacional por su provincia por el período 1876 y 1880 y reelecto en
otras oportunidades hasta 1901. Decano de los legisladores, durante 11 años
desempeñó la presidencia de la Cámara de Diputados. Fue interventor nacional en
la provincia de Corrientes y en la provincia de Buenos Aires.
Fue designado
presidente de la Oficina Inspectora de Bancos Garantidos hasta el mes de abril
de 1890 en que renunció en medio de la grave crisis económica durante el
gobierno de Miguel Ángel Juárez Celman por negarse a autorizar una emisión de
dos millones por el Banco Nacional que propiciaba el ministro Wenceslao Pacheco
cuando la institución carecía ya de reservas. Finalmente Pacheco se vería forzado
a dejar el ministerio pero se convertiría en presidente del Banco y efectuaría
emisiones clandestinas que agravarían la crisis y provocarían la quiebra de la
institución.1
Entre el 7 de junio
de 1893 y julio de 1893 fue Ministro de Hacienda del presidente Luis Sáenz
Peña. En junio de 1901 fue nuevamente nombrado Ministro de Hacienda por el
presidente Julio Argentino Roca, ejerciendo el cargo hasta 1902. El 21 de
noviembre de 1906 se convirtió en Ministro del Interior del presidente José
Figueroa Alcorta ejerciendo el cargo hasta el 27 de septiembre de 1907. En 1909
se convirtió en senador nacional hasta su muerte, que tuvo lugar en el partido
de Tigre el 29 de enero de 1911.
Ley Sáenz Peña
En 1910, durante el
tratamiento por el Senado de la ley de reforma electoral conocida como Ley
Sáenz Peña, Marco Aurelio Avellaneda había encabezado el ataque al proyecto
defendiendo el sistema de lista completa "bajo cuyo sistema el
país había alcanzado todo su progreso" calificando la reforma de
"inocua, antidemocrática e inconstitucional".
Proponía
extraoficialmente ya desde la época de su paso por la cámara de diputados un
sistema de elecciones controladas por el gobierno pero garantizando suficiente
transparencia: "mi opinión es que el gobierno, consultando, pase el mejor
acierto a algunas personas de reconocida honradez, sin excluir de un modo
absoluto a ningún círculo y sin dar a ninguno una preponderancia decisiva,
elija para Diputado entre los hombres honorables del pays, más o menos
inteligentes, más o menos de buena posición a aquellos que le inspiren más
confianza y con cuyo apoyo decidido puede contar para su marcha administrativa
en bien del pays (…) aplaudo de todo corazón la resolución que ha tomado de
ejercer su influencia en las elecciones provinciales (…) Si bien la inmensa
mayoría que hace la elección no obra con independencia y conocimiento, sino por
la influencia a que obedece, yo opino que la más legítima es la del gobierno,
que es el especialmente encargado de conservar el orden público, que es por
regla general el más imparcial como que debe estar arriba de las miserias y
pasiones de los círculos y que es por fin el que tiene más responsabilidad por
cuanto es nula la de los círculos por la razón de ser colectiva. ¿Cuál ha sido
el resultado de las luchas electorales en que los gobiernos han sido o querido
ser prescindentes?" Pero esa intervención debía tener límites "He
sido opositor a ciertos gobiernos electores (…) he combatido y combatiré
siempre el abuso de la influencia oficial del gobierno que sin consultar más
que sus caprichos haciendo triunfar contra viento y marea los candidatos más
antipáticos al pueblo (…) y siempre criticaré con severidad a los gobiernos que
no tengan presente las verdaderas conveniencias del pays (sic) y que no consulten
ante todo la honradez y la idoneidad para los puestos políticos".
Esa ficción
democrática se justificaba por la incapacidad e indiferencia de los electores: "Traiga
U. a su memoria el espectáculo que presentan los atrios de los templos en un
día de elecciones, allí no se ve sino una chusma medio salvaje que no sabe ni
el nombre del ciudadano por quien va a sufragar. Tome Ud. los registros
electorales y encontrará para cada cien votantes uno cuyo nombre le sea
conocido o que sepa leer y escribir. Y bien estos son los ciudadanos que hacen
la elección, asistiendo a los comicios no por usar de sus derechos sino
impulsados por el mandato del patrón o del comandante o por lo menos
interesados en la empanada y el aguardiente que se les propina."
Y continuaba: "aquí,
a medida que se acerca la época de nombramiento de Diputados aumenta la
indiferencia pública. Como Ud. ha visto la copia del Registro Cívico que está
publicado no encontrará un nombre conocido. El espíritu mercantil y de
especulación ha invadido de tal modo a todas las clases de la sociedad que
nadie se ocupa sino de buscarlos medios de ganar dinero. Las elecciones se
hacen por (…) individuos que inscriben nombres supuestos, donde personas
enganchadas para votar y se llevaría un chasco el que regrese por el interés
con que tratan los diarios la cuestión electoral (…) La mayoría de la población
no lee de los diarios sino los avisos de comerciantes”
https://www.todo-argentina.net/biografias-argentinas/marco-aurelio-avellaneda.php?id=1028
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