SALVADOR MARÍA DEL CARRIL. La memoria de MANUEL GÁLVEZ (Vicente G. Quesada)
Fotos personales tomadas el 19 de junio de 2021
Es siempre interesante considerar la forma en que un casi contemporáneo de Salvador María del Carril describe con lujo de detalles la vida y personalidad de quien fue el primer vice presidente de un gobierno constitucional en Argentina.
RECURSO.
Don Salvador María del' Carril, emigrado y pobre, vivía en el Paraná en modestísima posiciono E~ la mesa en que se escribían los despachos y las comunicaciones oficiales, allí mismo se tendía el mantel para comer, guardando los papeles no sé yo donde. Eso se repetía todos los días. Victorica lo sabe bien. Tal vez en esa misma pieza se abría algún catre para dormir. La casa era propiedad del general Echagüe: la oficina estaba en la esquina, me parece.
Todos han conocido aquí al señor del Carril, que ha muerto muy anciano, millonario y convertido al seno de la iglesia católica apostólica romana, des pues de haber profesado teorías filosóficas volterianas y aún ateas.
Era alto, de aire grave, los ojos eran encapotados y pequeños, las cejas pobladas y largas, carnuda la cara y surcada por arrugas profundas. Sentencioso para hablar, enfático " en la acción y de aspecto imponente. Tenía la figura de un creyente de los viejos tiempos de Rivadavia; pero volvía de la emigración con la resolución decidida, que no ocultaba á sus intimos, de no emigrar otra vez con los bolsillos vacíos. La protección generosa del • general Urquiza le abrió el camino de la opulencia, supo aprovecharlo y murió millonario.
Tenía el tipo de un yankee, gozaba de la fama de conocer el derecho constitucional federal y los tratadistas norte-americanos. Su librería era en los primeros tiempos escasísima, pero entre los que no tenían libros ni sabían inglés, era un -patriarca teórico, un consultor competente. Sentencioso y autoritario en la expresión de sus ideas, tenía el dogmatismo de un maestro, que acentuaba más su mirada y la inclinación de su cabeza cana. Cuando no se hallaba en presencia del general Urquiza, parecía la estampa de un hombre de Estado, de un repúblico eminente. El aspecto, la 'voz y la acción le servían de mucho: eran una reclame en favor de su mérito. Caminaba con aire pretencioso, como agobiado por la profundidad del pensamiento. Era indudablemente el que sabía más, y por ello fué uno de los inspiradores en el Congreso Constituyente de Santa Fé. Las marcadas y numerosas arrugas de sus facciones acentuadas, aungue feas, su cabello blanco, su larga y ancha levita negra, el grueso bastón, el sombrero de copa de álas anchas, le presentaban como un quaquero, como un creyente, casi como un profeta. Tenía el aspecto, pero solo el aspecto del apóstol y del sectario. Fué una figura teatral, -sentaba bien en el escenario modestísimo de esta nación, cuya organización constitucional era el problema que preocupaba á los verdaderos hombres de Estado, que supieron apoyarse y utilizar el gran prestigio y las sanas intenciones del vencedor de Caseros.
Pero esa-gravedad magistral á la que daba realce su voz ronca, se convertía en dúctil cera cuando se hallaba en presencia del general Urquiza. Le he visto muchas veces y yo á pesar que era entonces un mozuelo, que se hallaba en el Parana para no tomar el fusil ni en Buenos Aires ni en Córdoba; yo me sentía humillado ante aquella perpetua adquiescencia, ante todos los extraños, á cuanto decía el general Urquiza: sumisión en las formas y en el fondo, especie de servilismo.
Era un carácter débil para los poderosos, petulante para con los inferiores, infatuado en su valer y "desdeñoso del ajeno. En sus últimos años, cuando fué miembro de la Alta Corte de Justicia Federal·, parecía tener más confianza en sí mismo, la riqueza lo había independizado en la época en que la ancianidad se asemejaba un tanto con la decrepitud.
No fué escrupuloso en los medios. Las caras que se han publicado sobre el fusilamiento de Dorrego, descorren el velo misterioso de ese crimen, y le muestran como artero, para quien el fin justifica los medios, no teniendo conciencia, pero deteniéndose ante las responsabilidades legales. Su tipo moral ha sido presentado pajo un aspecto nuevo á la luz sombría de las cartas que él en vida no desmintió, las que fueron publicadas por el doctor don Angel J. Carranza, en el folletín del diario La Nación, que es el eco del general don Bartolomé Mitre.Páginas 89-93
VICTOR GALVEZ “MEMORIAS DE UN VIEJO” ESCENAS DE COSTUMBRES DE LA REPÚBLICA ARGENTINA. TOMO SEGUNDO • CUARTA EDICION AUMENTADA CON VA RIOS CAPÍTULOS INÉDITOS. BUENOS AIRES • JACOBO PEUSER, EDITOR 1889
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