miércoles, 5 de octubre de 2022

ERMINIO BLOTTA. Escultor de la placa dedicada a RODOLFO MUZIO

ERMINIO BLOTTA. Escultor de la placa conmemorativa dedicada a RODOLFO MUZIO.

Foto personal tomada el 1 de octubre de 2022
Como es costumbre una placa conmemorativa, con sus misterios, su arte y sus homenajes, frecuentemente abre nuevos horizontes y conocimientos. Es este caso esta placa me ha llevado a conocer al hipotetico escultor de esta placa conmemorativa.
RECURSO.
Erminio Blotta, italiano de nacimiento y rosarino por adopción
Si bien hay dudas sobre la fecha exacta de nacimiento, se cree que Erminio Blotta llegó al mundo un 8 de noviembre de 1892. Erminio fue uno de los artistas más importantes de la ciudad en los principios del siglo XX. Nacido en Italia, el escultor – cuyos restos descansan en el cementerio “El Salvador” – desarrollaría la mayor parte de su carrera en Rosario y dejaría un legado que perdura aún hoy.
Nacimiento en Italia de Erminio Blotta
Morano Calabro es una comuna ubicada en el norte de Calabria. Posada en una colina en las cercanías del monte Pollino, el pueblo supo ser un centro de importancia en el medioevo. Hoy en día, puede apreciarse el castillo erigido por los normandos que la ocuparon en el 1190 y diferentes estructuras que atestiguan su rica historia.
A pesar de este gran pasado, la comuna pasaba a finales del siglo XIX por una situación complicada. En 1867, la apertura del Canal de Suez abarató los costos de la seda importada de Medio Oriente y China, perjudicando a los productores locales. Muchos de los empobrecidos pobladores emigraron en busca de trabajo y un futuro. La madre de Blotta era hilandera, por lo que se vio sin trabajo cuando la hilandería familiar entró en crisis. Así es como, en un barco de inmigrantes, llegó a Rosario Erminio, hijo de Anna y Giovanni.
Niñez y adolescencia
La escuela en donde el futuro escultor finalizaría sus estudios fue la Escuela Superior de Varones Nº 1, que hoy en día se denomina Escuela Nº 55 Domingo F. Sarmiento. Por esas épocas, su familia logró acomodarse gracias a la pequeña fábrica de calzados que había creado su padre. Sin embargo, con esto solo no alcanzaba; por lo que, apenas pudo, Erminio consiguió empleo.
Se ofreció como aprendiz fundidor en el Ferrocarril Central Argentino. En el taller, la tarea de Blotta era la de amasar la arcilla para tapar el horno donde se fundía el hierro. El calabrés aprovechaba esto para moldear diferentes figuras. La habilidad de Erminio sorprendió a sus compañeros, que le recomendaron estudiar escultura. A pesar de este consejo, Blotta fue un escultor totalmente autodidacta: no necesitó de estudios para destacar en la profesión.
La vida de Erminio Blotta fuera de Rosario
A sus 17 años Erminio decide viajar fuera de la ciudad. Tres años serían los que pasaría lejos de Rosario, y luego de este hiato ya casi no volvería a dejarla. Durante estos viajes se forjaría su espíritu combativo, relacionándose con diferentes figuras del anarquismo, corriente política muy fuerte a principios del siglo XX. En primer lugar viaja a Buenos Aires, donde entabla amistad con militantes como Alberto Ghiraldo. Luego decide mudarse como indocumentado a Montevideo, donde vive un año. Si bien las nuevas amistades le abrieron un mudo interesante, principalmente acercándolo a la literatura, su situación económica no era la mejor. Los años de crisis y los recuerdos lo hacen volver a Rosario en el año 1912.
Retorno
Al volver a la ciudad, Blotta realizó trabajos en arcilla en un taller de medallas, lo que le permitiría generar ingresos. Pero, además, en esta etapa, Erminio se iría consolidando como escultor. Y se convertiría en uno afamado. Comenzó realizando bajorrelieves de figuras de la literatura (como Baudelaire, Anatole France, Rimbaud).
A pesar de los esfuerzos, Blotta no poseía en ese momento un taller propio para trabajar. Vivió es distintos conventillos durante algunos años hasta que pudo alquilar un galpón en Pellegrini al 1708. Esto no podría haber sido posible sin el aporte de un “mecenas” argentino muy importante para Rosario: Artemio Zeno. El médico, descendiente también de italianos, les proporcionó a diversos artistas rosarinos los medios para poder desarrollar su arte. En el galpón en donde trabajaba Erminio, se encontraban entonces otros artistas apoyados por Zeno, como César Caggiano y Gustavo Cochet.
A partir de este momento, vendrían sus más célebres trabajos, como lo es el Beethoven, primera escultura del músico en Latinoamérica. Hoy en día, este monumento puede observarse en el Parque Independencia de la ciudad. Por el año 1917, unos amigos le hacen conocer la figura de Alberdi, la cual lo entusiasma. Decide convencer a la Comisión de Fomento de Pueblo Alberdi de crear una escultura del pensador argentino. La realización de la obra sería compleja para Blotta, al punto que le haría perder permanentemente la visión de un ojo. Como el mismo explica: “Sería muy largo de contar estas aventuras, la forma y el modo como tallé la obra, sin dinero y casi solo, pero realicé un monumento de siete metros de alto: para colmo de males, me rompí un ojo…”.
Erminio Blotta y su legado
Podríamos seguir hablando muchas más cosas sobre este gran artista de la ciudad. Su casamiento en Paraguay, sus años como escritor en La Nación o su pasión por Rosario Central. O podríamos hablar también de su estilo peculiar, autodidacta, nacido al calor de los talleres, la militancia y su amor por la literatura. Erminio es uno de esos personajes atrapantes, con una obra llena de aristas para analizar y disfrutar. Sin embargo hoy solo queríamos acercar esta figura destacada del ambiente artístico rosarino para recordarlo. Recordar la historia de ese calabrés que nunca se rindió, que desde abajo, sin títulos ni dinero (como tantos otros italianos), llegó a ser uno de los artistas más importantes de la ciudad.
Tal vez, su sangre italiana explique en parte su carácter, su capacidad para sacar las cosas adelante. Desde continuar trabajando con ceguera de un ojo, hasta organizar una muestra de arte a pulmón, Erminio nuca se rindió. Esto queda en evidencia en sus propias palabras: “…cuando terminé de tallar el Beethoven, pesaba 700 kilos. En lugar de llamar un chatero para llevarlo hasta el lugar del emplazamiento, junté dos tablones, dos rodillos y una palanca. Lo arrastré durante seis cuadras, desde España y Pellegrini hasta Oroño y Cochabamba, seguido y ayudado de muchachada…”.




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