domingo, 31 de julio de 2022

INES JURADO. Primera compositora argentina

 INES JURADO. Primera compositora argentina.

Fotos personales tomadas el 16 de julio de 2022
En una muy humilde placa conmemorativa se guarda la memoria de esta mujer que fue protagonista en la historia de la música nacional y de la cual hoy hay muy poca información. En esta placa podemos leer: "INES JURADO. Primera compositora Argentina del siglo XX en el centenario de su nacimiento. 10-5-1867- 10-5-1967" Esta placa y su nicho se encuentra en el monumento funerario cuyo titular es FRANCISCO TRELLES.
RECURSO.
INÉS JURADO.
En la segunda mitad de ese siglo XIX surgieron figuras dignas de mención: la de la pianista entrerriana María Luisa Guerra, niña prodigio que triunfó en Buenos Aires y luego en España; la tandilense Inés Jurado (1860-1910), que dio su primer concierto a los siete años; Luisa Pujol, nacida en 1857, que ha de ser considerada la primera cantante argentina que realizó estudios serios y actuó profesionalmente en la Scala de Milán, en el Covent Garden de Londres y en el Teatro La Fenice de Venecia; Rosa Negri (1862-1892), que cantó el rol protagónico femenino de la ópera Rigoletto, de G. Verdi; la pianista Juana Manso, casada con un violinista francés al que acompañaba en piano efectuando ambos diversas giras por Sudamérica.
https://www.lanueva.com/nota/2009-11-22-9-0-0-un-rol-fundamental-mujeres-de-la-musica





ALEJANDRO GABRIEL BUSTILLO. El arquitecto nacional

ALEJANDRO GABRIEL BUSTILLO. El arquitecto nacional.

Foto personal tomada el 16 de julio de 2022.
La historias que que cuidan y guardan estos monumentos funerarios son inmensos y algunas veces se escapan a una primera mirada porque no se han encontrado placas conmemorativas que nos revelen esa presencia. La memoria del arquitecto ALEJANDRO BUSTILLO, cuya obras nos acompañan casi a diario en nuestra mirada ciudadana se encuentra en el monumento funerario cuyo titular es MANUEL JOSÉ BUSTILLO. En este Cementerio podemos ver una de sus obras en la tumba de Pedro Eugenio Aramburu, obra realizada junto al escultor Carlos de la Cárcova. Para completar una comprensión de su obra pueden ver en YOUTUBE el siguiente video https://www.youtube.com/watch?v=3GIN-bwJW5g
RECURSO.
La versatilidad de Bustillo
Del clásico al minimalismo, del francés al campero. El arquitecto Bustillo dio forma al Llao Llao y al Casino de Mar del Plata. Desde la casa de Victoria Ocampo (hoy Fondo Nacional de las Artes) al Banco Nación. No solo dejó su impronta en la arquitectura, también fue un talentoso pintor.
30 Octubre, 2019
La arquitectura de Alejandro Bustillo representa las inquietudes estilísticas que la clase acomodada ostentaba en 1930. Con una inconfundible impronta europea emprendió más de 400 obras y un puñado de urbanizaciones. Comprenden cascos de estancia a lo largo de la provincia de Buenos Aires, elegantes embajadas y museos en la capital, íconos de postal en Mar del Plata y conjuntos emblemáticos en Bariloche. Entre sus obras más famosas están el Banco Nación Tornquist (1927-1929), la casa de Victoria Ocampo (1928-1930), la playa Bristol, el Hotel Provincial y el Casino de Mar del Plata (1937-1939), el Hotel Llao Llao (1935-1939), en Bariloche, la actual embajada de Perú y emplazamientos para monumentos como el de Simón Bolívar (1942), el Monumento a la Bandera de Rosario (1957) -junto al Ángel Guido y los monumento a Julio Roca (1941) y José Artigas, entre otros. Arquitecto, pintor y escultor, también se destacó como urbanista: las villas Llao Llao, Traful y La Angostura, conjuntos de gran interés turístico, llevan su firma.
Acomodado desde la cuna, nació en 1889 con un futuro alentador. Sus padres, María Luisa Madero y el doctor José María Bustillo, pertenecían a una familia tradicional, descendiente del general Bustillo que peleó durante nuestras guerras civiles, que sin inconvenientes costearon su educación en el colegio industrial Otto Krause y luego, en el Politécnico Superior y en la Escuela de Arquitectura, que en esa época dependía de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UBA.
Sus inquietudes plásticas y artísticas ya asomaban durante el colegio secundario. En 1912 se presentó por primera vez a un concurso de pintura y lo ganó. Su autorretrato recibió el Primer Premio del Salón Nacional de Pintura del Museo de Bellas Artes.
Dos años más tarde, en 1914, recibió el título de arquitecto y con el diploma bajo el brazo se mudó al campo para realizar sus primeras experiencias en proyectos de cascos de estancias. El sostén familiar y los vínculos con el poder siempre jugaron de su lado. Su hermano, el ingeniero José María, fue ministro de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, entre 1936 y 1940, durante la gobernación del doctor Manuel A. Fresco. Y otro de sus hermanos, Exequiel, fue el primer director de Parques Nacionales, entre 1934 y 1944.
La casa de campo en Estación Pila (1916) y la estancia La Primavera (1918), en Cañuelas, fueron construidas para uso personal y familiar. En este establecimiento su padre llevó adelante un criadero de Aberdeen Angus, una empresa familiar que luego retomaron varios de los ocho hijos que tuvo con Blanca Ayerza: César (1917), Jorge (1918), Alejandro (1920), Mario (1922), Nelly (1923), Marta, Blanca e Inés (1928).
Desde sus inicios fue clara la influencia de corte francés que inspiraron algunos de sus maestros: Alejandro Christophersen, Eduardo Le Monnier y René Karman, entre otros. Pero fue en Francia donde terminó de definir su estilo. Entre 1921 y 1923 se radicó en París, y allí incorporó los movimientos del momento: el neoclasicismo y el modernismo. En la Ciudad Luz también tejió importantes relaciones con la burguesía argentina, diplomáticos, políticos y ganaderos que, como él, cumplían el ritual del viaje y las largas estadías en Europa. A ellos luego les levantaría imponentes residencias, casonas y cascos de estancias. Tornquist, el banquero, le encargó el banco del microcentro porteño y su residencia en el barrio de Palermo Chico (hoy embajada de Bélgica), el corazón parisino que también albergó la vivienda de Victoria Ocampo.
Durante su visita a Buenos Aires, Le Corbusier halagó su obra, que forma parte de todos los circuitos culturales y arquitectónicos de la ciudad: “El interior de la casa es de una pureza raras veces vista”, dijo el arquitecto suizo, según consigna Martha Levisman, autora de Bustillo, un proyecto de arquitectura nacional. El libro de la arquitecta e historiadora cuenta con un valor documental incalculable, ya que recorre las casi 400 obras de Bustillo a través de 500 páginas y mil fotografías, muchas inéditas. Es que Bustillo le encomendó la custodia y curaduría de todos sus archivos y documentos. Levisman también editó “Bustillo en Patagonia” un recorrido que pone en valor las obras más emblemáticas.
El Museo de Bellas Artes fue el primer desafío que asumió Bustillo en 1933 a pedido del gobierno nacional (el general José Félix Uriburu). El edificio que alojaba la Casa de Bombas, en Av. del Libertador al 1400, cambiaba de piel y se transformaba en una caja contenedora de arte, con amplias salas de exhibición. Además de proyectar el museo, Bustillo fue designado como asesor de la Dirección Nacional de Bellas Artes. Entonces, también tuvo a cargo la refuncionalización del Palais de Glace, que inicialmente fue concebido como pista de patinaje sobre hielo, a imagen y semejanza de un complejo similar en París. La remodelación encarada por Bustillo conservó el planteo circular, aunque descartó los ornamentos y las cúpulas.
Codearse con la elite y los funcionarios políticos lo llevó a ejecutar obras de gran escala a nivel estatal. El Banco de la Nación Argentina fue quizás, la más colosal. Protagonista de la city porteña, forma parte del conjunto urbano que integran la Casa de Gobierno, el Ministerio de Economía y ex Banco Hipotecario, rodeando la Plaza de Mayo.
Por las dimensiones del proyecto, Bustillo se dedicó exclusivamente a este edificio que nació bajo un encargo singular: “Un monumento pensado para ser eterno”. Según consigna Jorge Ramos de Dios en Maestros de la Arquitectura Argentina, Bustillo cerró su estudio y trabajó a tiempo completo en esta obra. Una enorme maqueta de yeso y más de 1.500 planos fueron sus aliados para analizar el impacto urbano del volumen que ocupaba la manzana entera. Con 100.000 m2 y 40 metros de altura, la envolvente estructura está materializada con piedra cuarcita traída de Chapadmalal y Balcarce. Imponente y colosal, el interior revestido en mármol, piedra y bronce persigue el objetivo del edificio inmortal y grandilocuente. Su espectacularidad le valió la calificación del “King Kong neoclásico”, en palabras de Tomás Maldonado, Francisco Bullrich y Carlos Méndez Mosquera, críticos de Bustillo.
A pocas cuadras, en la esquina de Diagonal Norte y Perón, otra impronta monumental lleva el adn europeo y ceremonial: el Hotel Continental, cuyo esquema clásico también se reproduce en un puñado de residencias particulares desplegadas por la Recoleta. Gran parte de las familias del establishment le encargaron casonas con amplios salones, escaleras de honor y áticos.
Durante 10 años, entre 1934 y 1944, Bustillo delineó en Bariloche una tipología de arquitectura con lenguaje constructivo propio. Mientras su hermano Exequiel fue presidente de Parques Nacionales, dotó la región de un estilo que integró los conjuntos al entorno y propuso un diálogo abierto con el paisaje, en un marco espectacular de lagos y montañas.
El Centro Cívico (junto al arquitecto Ernesto de Estrada), la hostería de la Isla Victoria, la iglesia Catedral, la capilla San Eduardo, el hospital Zonal, la estación invernal del Cerro Catedral, la Intendencia de Bariloche y los caminos entre la ciudad y el Llao Llao componen la serie de grandes obras oficiales realizadas en la zona.
Los hermanos Bustillo dejaron su impronta sistemática abarcando distintas escalas. Desde el diseño de parques y urbanizaciones hasta hoteles (el Tunquelén, por ejemplo), sucursales de bancos, juzgados y el mítico puente de madera sobre el río Correntoso. La marca territorial definida por esta gestión se realizó a partir de una paleta de materiales determinados. Un mix de insumos locales y técnicas tradicionales que se sumaron a las propuestas que Bustillo había traído de Europa y quiso imponer en el sur.
El Centro Cívico se construyó en hormigón armado con mampostería interior de ladrillo y fue revestido con maderas de ciprés y piedra toba color verde extraída del Cerro Carbón. En los techos, optó por tejuelas de pizarra negra. Bustillo quería lograr un edificio de “estilo regional” y le puso tanto empeño que hasta redactó normativas que prohibían la construcción con materiales que no fueran típicos de la zona.
Concebido por Exequiel como “un imán para el turismo”, el Llao Llao es una de las obras más representativas de Bustillo, autor del proyecto que ganó el concurso privado y que desplegó su porte por todo el mundo. Con basamento de piedras, muros de troncos de ciprés y tejuelas de alerce, el conjunto logró una integración orgánica y organizada con la naturaleza, entre los lagos Nahuel Huapi y Moreno y con vista al volcán Tronador. Por su ubicación, a 25 km de Bariloche, fue proyectado como un complejo autónomo. Un año después sufrió un incendio y Bustillo lo reconstruyó respetando el proyecto original, aunque reemplazó la madera por piedra y concreto.
Dentro del Parque Nacional, los hermanos Bustillo impulsaron la creación de otro polo urbano: Villa La Angostura, donde la arquitectura de Alejandro dejó sus huellas en mansiones y residencias, muchas de ellas inspiradas en castillos franceses.
Mientras tanto, en Mar del Plata, la impronta de Bustillo es tan intensa que trascendió la típica postal. El Hotel Provincial, la Rambla y el Casino conjugan una identidad expresiva que, junto a la Playa Bristol, representan buena parte de la tradición del balneario que se transformó en el epicentro del turismo popular. El hotel y el casino componen un conjunto simétrico. Concebido para alojar a mil turistas, el hotel fue proyectado con suites y departamentos reservados a la clase política.
Del esplendor de los años 40 al deterioro de fines de los 90 y al resurgimiento, la obra emblema fue reinaugurada en 2008. La restauración integral, en manos de capitales privados (la cadena NH) rescató los materiales originales, los pisos de roble, la fachada y también los murales del lobby, obra artística de César Bustillo, el hijo pintor de Alejandro que se inspiró en personajes míticos, los fuertes vientos de la costa, y situaciones marítimas.
El arquitecto nacional murió a los 93 años, el 3 de noviembre de 1982. Sembró el país de edificios icónicos y dejó su huella en el imaginario social, sobre todo en la elite, pero también en las clases populares. “Yo soy un hombre de trabajo, de mucho trabajo, soy artista porque todo lo que he hecho he tratado de hacerlo con la mayor belleza posible y con la mayor utilidad”. Bustillo por Bustillo, la definición del hombre, el artista y el creador de buena parte de la arquitectura argentina.




sábado, 30 de julio de 2022

LINCOLN F. HOWARD. Nacionalización de territorios.

LINCOLN F. HOWARD. Nacionalización de territorios.

Foto personal tomada el 16 de junio de 2022.
Tenemos una gran tarea en la Recoleta: rescatar nombres y acciones de personas que realmente trabajaron para construir soberanía en la Patagonia y que fueron realmente constructores de la actuales fronteras argentinas. En esta placa conmemorativa podemos leer: "LINCOLN F. HOWARD. 1873-1946. Apostol por su puereza espartana. Fue gerente fundador de la 1º sucursal del Banco de la Nación Argentinaen la Patagonia. Dedicó sus nobles energías a su progreso y nacionalización de sus territorios. Organizó la Asociación de la India y prestó grandes servicios a la patria. La Comisión de Homenaje". Esta placa lleva la firma del escultor que la realizó. 


EL DULCE ENCANTO DE LAS RUINAS DE LA RECOLETA

EL DULCE ENCANTO DE LAS RUINAS DE LA RECOLETA.

Fotos personales tomadas el 16 de julio de 2022
Comparto una extensa explicación del fundamento y sentimiento de amar las ruinas. La Recoleta reemplaza en mi las ruinas de Roma, París y otros lugares emblemáticos. Estas ruinas no solo reemplazan en mi imaginación a otras sino que son la excusa perfecta para darle total libertad a mi imaginación. Debo ser sincero y confesar que hay en mi una extraña forma de disfrutar, aún en el dolor y el lamento, el encontrar estas ruinas en el Cementerio de la Recoleta.
RECURSO
Por qué los humanos sienten fascinación por los lugares en ruinas
Paul Cooper. BBC Culture. 10 febrero 2018
La fascinación por las ruinas tiene que ver con esa conexión cultural con nuestro pasado.
La humanidad siempre ha vivido entre sus propias ruinas.
Desde los principios de nuestra historia, hemos explorados sitios arqueológicos y hemos buscado inspiración en los restos de civilizaciones anteriores, con una compleja relación de temor y fascinación que ha quedado plasmada en el arte y la escritura.
Un artefacto antiguo y singular, un mapa del mundo babilonio que data del siglo VI antes de Cristo, marca el inicio de esta obsesión. El mapa, sobre una tableta de arcilla, muestra cómo se imaginaban nuestros antepasados los distintos puntos de la Tierra —tal cual se conocía hasta entonces— e incluye una curiosa referencia. Describía "ciudades en ruinas vigiladas por dioses arruinados". Para ese tiempo, las ruinas de grandes ciudades como Ur, Uruk y Nínive dibujaban el paisaje, tras haber sido destruidas y abandonadas por guerras o causas naturales. Eran considerados lugares llenos de magia, terribles presagios para los vivos y guaridas de fantasmas y espíritus malignos.
En el siglo V a.C., cuando el escritor y soldado griego Xenofón regresó a Grecia después de una fallida campaña militar en Persia, él y sus compañeros marcharon a través de las ruinas de estas ciudades. "Nínive es una gran fortificación desierta. Los cimientos de sus murallas están hechas de roca pulida, 15 metros de ancho por 15 de alto", describió Xenofón a la antigua ciudad persa. Le había llamado poderosamente la atención el vacío desolador de aquellas ruinas, y el miedo que los pobladores cercanos le tenían por considerar que por allí merodeaban fantasmas.
Tal vez porque las piezas rotas requieren de nuestra imaginación para juntarlas y armarlas de nuevo, las ruinas siempre han estado asociadas con el ocultismo y los sueños.
Descubriendo el pasado
Los antiguos poetas hebreos hallaron inspiración en las ruinas de Sumeria, Asiria y Babilonia. Contaron historias acerca de la ira de Dios, de la torre de Babel y de Sodoma y Gomorra para explicar las ruinas que todavía marcaban el suelo.
En el primer milenio, las ruinas tomaron un papel predominante especialmente en la poesía del mundo árabe. En esos poemas, escritos por poetas preislámicos como Tarafa e Imru' al-Qais, las ruinas son objetos espectrales y efímeros, como en las palabras de Tarafa: "Aparecen y desaparecen, como el trazo de un tatuaje en el dorso de la mano".
En tanto, descripciones medievales de las ruinas de la Edad de Piedra en lo que es hoy Reino Unido hablan de lugares asociados a la magia y las leyendas arturianas.
La primera descripción que se tiene de Stonehenge, por ejemplo, señala que el sitio fue construido por el mago Merlín con la ayuda de los gigantes. Pero la representación artística real de las ruinas comenzó en el Renacimiento. En este período en el que floreció el arte y la ciencia, las ruinas de las antiguas civilizaciones se convirtieron en un símbolo de ilustración y en repositorios de un conocimiento perdido.
El mayor atractivo para los artistas fascinados por las ruinas durante este período fueron los restos desmoronados de Roma. Los pintores viajaban en masa a pintar el Foro y el Coliseo, el Panteón y la vía Apia.
Imaginación al vuelo
Las primeras representaciones fueron bastante realistas, pero poco a poco la imaginación de los artistas comenzó a tomar vuelo. Frustrados por la distancia real que existía entre los hitos históricos desperdigados por Roma, artistas como Panini comenzaron a incluir en sus dibujos algunos "arreglos" —como condensar varios restos de edificios en un único lugar— que los hacían ver mucho más deslumbrantes.
Una tendencia que hasta tuvo nombre propio: capriccio, escenas imaginarias de ruinas y edificios que guardaban una relación lejana con la realidad. La asociación primitiva de las ruinas con los sueños alcanzó así su natural conclusión: los artistas simplemente comenzaron a imaginar sus propias escenas dentro de las ruinas. Lo que, por supuesto, llevó a confusiones.
Uno de los maestros de esos dibujos irreales pero alucinantes fue Piranesi, que logró crear imágenes tan llamativas y hermosas de Roma que los turistas que llegaban a la Ciudad Eterna, entre ellos el poeta Goethe, quedaban decepcionados al descubrir que las ruinas no tenían nada que ver con los dibujos que habían visto antes de su viaje.
Pero las ruinas han sido más que espacios para el romanticismo ocioso. Mientras algunos imperios europeos aumentaban su poder durante los siglos XVIII y XIX, muchos sentían que en las ruinas de grandes ciudades del pasado podían leerse los augurios para el futuro: "Si Roma cayó, ¿por qué no le puede pasar lo mismo a Londres o París?"
Uno de esos ejemplos es el pintor francés Hubert Robert, famoso por pintar sobre las ruinas de Roma durante 11 años.
Tras esto, Robert regresó a París y apuntó su imaginación hacia su propia ciudad. Uno de sus cuadros más famosos es una pintura del museo del Louvre en ruinas. La tendencia se replicó pronto. En 1872, el famoso grabado de Gustavo Doré "The New Zealander" mostraba a un turista del futuro observando las ruinas de Londres, como en ese tiempo hacían los visitantes con las ruinas de Roma.
Pero esa premonición de avistar las propias ruinas se haría realidad también por esa época: en 1865, la ciudad de Richmond, en Virginia, sería arrasada por las llamas iniciadas por el ejército confederado en retirada durante la Guerra Civil estadounidense.
Las imágenes de la devastación, las primeras fotografías de unas ruinas durante una guerra, serían el aperitivo de lo que vendría después en ciudades como Dresden, en Alemania, la japonesa Hiroshima o Stalingrado, Rusia.
Pasado y profecía
Mientras las bombas caían sobre las ciudades europeas durante las dos guerras mundiales, las pinturas sobre las ruinas tomaban un nuevo camino: la expresión del horror. Pintores como Graham Sutherland y John Pipper documentaron los destrozos del bombardeo alemán en varias ciudades británicas, utilizando técnicas modernistas para expresar la oscuridad de la nueva era bélica.
Antes de la Primera Guerra Mundial, el artista australiano Arthur Streeton pasó gran parte de vida dibujando ruinas como el castillo Corfe, en Dorset, Reino Unido. Pintaba las ruinas antiguas como partes sólidas del paisaje, como una presencia tranquilizadora.
Sin embargo, cuando comenzó a trabajar como pintor paisajista oficial durante la Gran Guerra, presenció la devastación de ciudades como Péronne, cerca del campo de batalla de Somme, y su estilo cambió para siempre. Sus nuevas pinturas reflejaban las ciudades destrozadas como entidades fantasmales. "Las fotos reales de los campos de batalla son imágenes bastante quietas. No hay mucho para ver, todas las personas y los objetos están escondidos o camuflados", dijo sobre sus dibujos. Actualmente, los artistas continúan buscando vías para representar las ruinas de
nuestras guerras modernas.
Y las ruinas que dejan también las crisis económicas.
Más allá de los cambios en cómo la gente reacciona e imagina las ruinas a través de los años, la fascinación de los artistas por ellas nunca se ha desvanecido, tal vez porque esas ruinas nos hacen sentir conectados con la historia y la memoria cultural. Mientras las ruinas modernas se han convertido en un contenedor de recuerdos traumáticos y horrorosos, las del pasado son espacios donde el tiempo no corre, donde la presencia fantasmal de la historia se puede sentir y donde los artistas pueden perderse en los sueños.