viernes, 29 de abril de 2022

FRANCISCO JOSE SEGUI. Guerrero de la Independencia

FRANCISCO JOSÉ SEGUI. Almirante Guerrrero de la Independencia.

Fotos personales tomadas el 1º de marzo de 2022
Construcción neoclásica con un frontón quebrado donde podemos ver el busto de este militar.
RECURSO.
Francisco José Seguí (o Seguy) fue un marino argentino que participó de la Guerra de Independencia Argentina, las guerras civiles y la Guerra del Brasil, en la cual tuvo una destacada actuación.
Biografía
Francisco José Seguí nació en Buenos Aires el 12 de noviembre de 1794, hijo de Andrés Seguí y María Ignacia Bermúdez. Fue enviado a España a proseguir la carrera naval en la escuela naval de San Fernando. Trasladado a Cuba con motivo de la invasión de Napoleón Bonaparte, egresó como Guardiamarina y, de regreso en Buenos Aires, fue afectado el 7 de febrero de 1814 a la escuadra que formaba Guillermo Brown para enfrentar a la flota española en el Río de la Plata.
Iniciada la Campaña Naval de 1814, fue puesto al mando de la cañonera Americana, con dos cañones y veinticinco tripulantes, con la que participó del ataque a Martín García, del combate de Arroyo de la China del 28 de marzo de ese año y de la campaña que culminó con la caída de Montevideo.1
Participó posteriormente en el bloqueo de Santa Fe en el curso del enfrentamiento entre Buenos Aires y esa provincia en 1820.
En 1826 la República Argentina declaró la guerra al Imperio del Brasil con motivo de la ocupación de la Banda Oriental y en la reorganización de la escuadra el subteniente Seguí fue trasladado al bergantín Balcarce, comandado por el capitán Bartolomé Ceretti, con el que participó del audaz pero fracasado intento de captura de la fragata Emperatriz frente mismo a Montevideo.
Con el rango de subteniente recibió el mando de la Cañonera N° 11 con la que participó el 11 de junio de 1826 del combate de Los Pozos y el 29 y el 30 de julio del mismo año en el combate de Quilmes.
Cuando el 26 de diciembre de 1826 zarpó la escuadra argentina con quince buques hacia el Río Uruguay para enfrentar a la Tercera División Naval Imperial, con diecisiete navíos al mando del capitán de Fragata Jacinto Roque de Sena Pereira, el bergantín Balcarce, con catorce cañones de a seis y ocho, formaba parte de la misma y lo hacía al mando de Francisco José Seguí.
En la batalla librada en Juncal los días 8 y 9 de febrero de 1827 la escuadra argentina derrotó completamente a la brasilera.2​ La participación de Seguí fue destacada. En la segunda jornada del combate, se lanzó sobre el bergantín Dona Januária y con una descarga de banda destrozó primero su bauprés y con la siguiente el trinquete, y causó tales averías que la embarcación estaba pronta a zozobrar.
El capitán del buque, el Teniente Pedro António Carvalho, ordenó que sus cañones respondieran el fuego mientras un equipo procuraba hundir el barco y él, con parte de la tripulación, abandonaba el navío dirigiéndose en los botes a la costa este.
Fuera de combate la Januária, el General Balcarce lideró el ataque sobre la nave capitana imperial, la goleta Oriental. El fuego argentino inutilizó los cañones de la goleta, dejó la mitad de sus carronadas destruidas y provocó 37 bajas, incluyendo entre los heridos al comandante Sena Pereira. Finalmente la nave insignia fue abordada y el Capitán Francisco Seguí aceptó del comandante brasileño su espada en señal de rendición.
Brown, a bordo de la nave capitana Sarandí, traspasó el comando al General Balcarce. Al abordar la Oriental y recibir la espada del comandante brasileño insistió en obsequiarla a Francisco José Seguí con las palabras:
"Consérvela Ud. como un trofeo que le pertenece y en prueba de lo bien que Ud. se ha portado, reciba Ud. un abrazo de Su Jefe y en seguida vuelva Ud. a bordo de la capitana enemiga y hágale Ud. los cargos que corresponden al Jefe prisionero por haber violado las leyes de la guerra haciendo prisionero a un parlamentario."3
A resultas de su desempeño fue nombrado Capitán el 23 de marzo de 1827, y Sargento Mayor Graduado el 18 de septiembre del mismo año.
En el Combate de Punta Lara del 8 de junio de 1828, sufrió heridas a consecuencia de una explosión que lo dejaron inactivo. En 1829 alcanzó el grado de Coronel. Se desempeñó en la Ayudantía del Puerto en 1833 y en la plana mayor del Ejército en 1834.
En 1835 Juan Manuel de Rosas lo eliminó del escalafón militar por razones políticas, por lo que emigró a la Banda Oriental para luchar con el Partido Unitario. Allí se hizo cargo de la Capitanía General del Puerto de Montevideo, y en 1846 de la Comandancia Militar del puerto de las Vacas y Maldonado.
Por mediación de Brown ante Rosas, fue reintegrado al servicio de la Confederación Argentina en 1850 con el mismo grado y el mando de la corbeta Veinticinco de Mayo. En marzo de 1852 tomó la isla de Martín García, donde se desempeñó luego como Jefe.
Tras la revolución del 11 de septiembre de 1852, al mando de la goleta Santa Clara se sumó al bloqueo naval durante el Sitio de Buenos Aires hasta que al venderse el comandante de la escuadra John Halstead Coe, Seguí se negó a sumarse a la traición y antes que entregar su buque lo embicó en la costa, donde antes que pudiera ser reflotado un fuerte temporal lo hizo naufragar.
Fue miembro de la Junta Consultiva Militar, entre 1855 y 1868 estuvo a cargo de la Capitanía General del Puerto de Buenos Aires, y posteriormente de las de San Fernando, Tigre y San Isidro.
Murió en Buenos Aires el 19 de mayo de 1877. Fue ascendido póstumamente al grado de Contraalmirante. Dos buques de la Armada Argentina llevaron su nombre.





EMILIO SAINT PETIERS. El nacimiento del emporio del chocolate

EMILIO SAINT PETIERS. El nacimiento del emporio del chocolate.

Fotos personales tomadas el 1º de marzo de 2022 y el 30 de junio de 2023
En la primera placa conmemorativa podemos leer "EMILIO SAINT. 1884-1935. Homenaje del Personal de la Casa Saint Hnos. S.A", en la segundo la dedicatoria dice: "Dn. EMILIO SAINT. Presidente del Automovil Club Argentino. La Comisión Directiva de la Asociación Automovilista Argentina. 30 de abril 1935Estamos nuevamente frente al relato de un emprendimiento de inmigrantes existosos, meritorios y creativos a quienes les debemos tanto.
RECURSO.
¿Sabes cómo nació el famoso chocolate Águila?: la apasionante historia de los Saint, una familia que creó un imperio
Primero fue el café. Pero luego Los Saint descubrieron que el chocolate para taza era un pilar alimenticio y se convirtió en un protagonista de la mesa
Por Daniel Balmaceda
Nació durante la primavera francesa, el 13 de junio de 1845. Abel François Charles Saint, el empresario que levantó el imperio de las delicias que todos conocemos, no heredó ninguna pasión chocolatera, pero algún conocimiento de utilidad habrá recibido de su padre, el contador Charles Saint.
Su actividad laboral en Francia es desconocida. Se casó a fines de 1871 con Desirée Béatrix Péter (en la Argentina se convirtió en Desiderata Petiers) y fueron padres de Henri y Paul, también franceses, nacidos en 1872 y 1873. Al menos hasta febrero de 1874, la familia vivió en el país galo. Las próximas noticias sobre los Saint tendrán lugar seis años después, lejos de su tierra, en Buenos Aires.
Primero fue el café. En 1880 instaló El Águila, un local en las actuales Carlos Pellegrini y Lavalle, donde ofreció un producto innovador. Antes de que Saint desembarcara en el negocio del café, el que se consumía en la Argentina era tostado puro, con una acidez alta que requería mezclarlo con achicoria para bajarle intensidad. El flamante inventor lo tostó con azúcar. Fue así como introdujo el café torrado, al mejor estilo de Brasil.
Los porteños lo adoptaron de inmediato y eso llevó a que el visionario francés necesitara mudarse, acompañando el crecimiento. No solo en Buenos Aires se entusiasmaron con el producto, ya que los propios clientes fueron quienes llevaron paquetes de café a otras ciudades del país. El negocio creció a tal punto, que algunos años más tarde Saint inauguró un importante local en la calle Santiago del Estero, cerca de la Plaza Constitución. El tiempo se le iba como agua entre los dedos, había tanto por hacer. Y Saint arriesgaba. Apostaba a la industrialización bajo un lema que sus herederos atesoraron: "Una empresa debe trascender a un hombre".
En Constitución no estuvo mucho tiempo porque un nuevo desafío golpeó su puerta. ¿Con el café había conquistado a los argentinos? Ahora podía hacer su contribución en el mundo del chocolate bebible, negocio que iba ganando espacio en el mundo comercial.
Para encarar este nuevo desafío, Saint compró nueva maquinaria y se trasladó a un terreno de cuatro mil metros cuadrados en Barracas en 1894. El pionero murió joven, sin poder disfrutar del gran cambio. Pero había dejado aquel lema que establecía que la empresa estaba por encima del creador".
Desiderata, en representación de sus hijos herederos, Pablo y Enrique, sostuvo la empresa y gracias al fidelísimo aporte de los nobles empleados, la firma Saint Hermanos siguió creciendo aún más.
Chocolate para taza, el nuevo desafío
Difícil saber qué fue lo mejor que hizo Abel, si la creación de su empresa o la familia que lo trascendió. Los Saint entendían como nadie las inclinaciones del mercado y descubrieron que el chocolate para taza era uno de los pilares alimenticios, bajo una combinación de valores que rara vez iban de la mano: era rico, nutritivo y accesible. El tazón caliente de chocolate con leche pasó a ser protagonista de las mesas.
Trabajaron minuciosamente en la confección de un catálogo que ofrecía diferentes presentaciones pensadas para que su producto se luciera tanto en el recipiente como en la boca: la famosa barra de chocolate para crear el submarino; el Águila Express, que era un laminado de hojas y escamas para los ansiosos que querían una chocolatada instantánea. Y el Comprimido Águila, perfecto para tazas pequeñas, que derivó en una de las más populares golosinas de kiosco.
Era habitual que muchos comieran la barrita en vez de usarla para derretirla en leche. Siguiendo a los pioneros suizos, los chocolateros argentinos se embarcaron en un nuevo objetivo: ofrecer chocolate con leche, como golosina.
Pero hay otro elemento que favoreció el posicionamiento de la marca. La compañía salió a promocionar su exquisito producto en la vía pública y también en diarios y revistas. Una de las primeras publicidades mostraba a una romántica pareja de abuelos tomando un refresco y él le acercaba a los labios un chocolate.
El aviso decía:
¿Sabéis por qué a estos anciano no hay dolencia que los mate y están alegres y sanos?
Por tomar el chocolate que elabora Saint Hermanos.
Era habitual que muchos comieran la barrita en vez de usarla para derretirla en leche
Cuando Julio A. Roca entregó el bastón presidencial a Manuel Quintana en octubre de 1904, resolvió alejarse de Buenos Aires. Tomaría vacaciones en Córdoba y se embarcaría rumbo a Europa. Antes de partir fue retratado en un afiche de la chocolatera. ¿Cómo era la caricatura? Impaciente, mirando su reloj de bolsillo y con una gran valija a su lado, el tucumano esperaba en el puerto a su antiguo edecán y amigo, Artemio Gramajo, quien llegaba apurado, cargando bolsas con chocolates.
El diálogo entre estos dos hombres era el siguiente:
-El buque ya va a salir
y Gramajo sin venir…
-¡Eh! General, aguardate,
que aquí traigo el chocolate.
-Ahora ya puedo partir.
La figura del presidente Manuel Quintana también fue utilizada en la campaña de Águila. Durante la Semana de Mayo de 1905 se publicó un aviso que lo tenía como protagonista, dibujado en el balcón de la Casa Rosada lanzando chocolates a la multitud, supuestamente luego del desfile cívico militar por la fecha patria.
En este caso, el verso advertía:
Quintana no tiene manos
si a todos los ciudadanos,
dando al desfile remate,
obsequia con chocolate
Águila Saint Hermanos.
Nace el chocolatinero
Además de fabricarlo, había que venderlo. Surgió entonces el chocolatinero, a quien podíamos encontrar en los teatros, las plazas y la playa. Cargaba una gran bandeja de madera –que era provista por Águila Saint– sostenida por una gruesa cinta que se pasaba por detrás del cuello. Su grito era: "¡Chocolatines, bombones, caramelos!". En las plazas y en la playa, el chocolatinero debía congraciarse con las nanas que cuidaban a sus principales clientes, los chicos. Por ese motivo, les regalaban a las celosas niñeras unas coquetas pantallas para abanicarse.
La onda expansiva trascendió las fronteras. En 1905 contaban con fábrica propia en Uruguay y también exportaban a Paraguay. Los consumidores renombraron la marca: sería, simplemente, Águila. Sin artículo. En 1923 los Saint, obedientes, cambiaron su razón social. Y echaron a volar más alto. A partir de ahí se diversificaron en más de trescientos productos distintos, entre ellos, golosinas de todo tipo, bombones y hasta yerba mate, bajo una estructura con 95 sucursales a lo largo del país. Siete años más tarde sumarían al equipo de éxito las cremas heladas Laponia, manteniéndose y explotando de fama cincuenta años después, con helados emblemáticos como el Patalín y el Fruti Dedo.