viernes, 6 de marzo de 2020

ARCAVE OYARBIDE. Estilo GRUTESCO.

BÓVEDA DE LA FAMILIA ARCAVE OYARBIDE. Fotos personales tomadas el 31 de enero de 2019.
ARQUITECTURA. ESTILO GRUTESCO O ROCALLAS.
Si bien este estilo arquitectónico parece totalmente fuera de lugar en medio de todos estos estilos historicistas, entre lo académico o clásico, influencias griegas o romanas, elementos de la arquitectura egipcia o art. nouveau y art decó, el estilo GRUTESCO O ROCALLAS, si bien muy raro tiene varios representantes en este espacio.
Prestar atención a ciertos detalles como el intento de imitar con el cemento la apariencia de rocas, o la cruz que esta hecho como si hubiera sido hecha de raíces de árboles ambos costados de la puerta como si la vegetación naciera de maceteros.
RECURSO.
Cuando el arte llegó al cemento: Arquitectura de grutescos y rocallas en Buenos Aires
Artículo de Daniel Schávelzon y María del Carmen Magaz publicado en la revista “Todo es Historia”, número 320, correspondiente al mes de marzo de 1994, pps. 62 a 70, ISSN 0040-8611, ciudad de Buenos Aire http://www.danielschavelzon.com.ar/?p=2293s.
La corriente denominada tapera revival o estilo de grutas y rocallas que se impuso a fines del siglo pasado, construyó paisajes imaginarios en las plazas y paseos de la capital argentina y sus alrededores. Gustó porque permitía escapar a la monotonía del paisaje urbano y recrear, en plena llanura, las montañas cubiertas de vegetación de los trópicos. Chicos y grandes se arriesgaban por sus escaleras y pasadizos, los que siempre parecían estar a punto de derrumbarse. La moda de las rocallas, llevada a las fachadas de las casas particulares, fue catalogada como “de medio pelo” por la exigente elite, que la impone, en cambio, en los parques públicos, tal como se hacía en París, de dónde provenía el ejemplo. Pocas de estas creaciones han resistido el paso del tiempo. La piqueta de las demoliciones concluyó con ellas hace muchos años.
La historia de la arquitectura y la ciudad han sufrido cambios y transformaciones a lo largo de los últimos años. Entre ellos ha habido un aumento en el estudio de algunos estilos y corrientes habitualmente soslayados por la historiografía, que los consideró menores, marginales o que simplemente no entraban en esa evolución casi mecánica que la bibliografía establecida planeaba como paradigmática. En líneas generales, era aceptable el esquema de una historia de la arquitectura que salía del neoclásico, se engalanaba en los Academicismos, pasaba a través del art nouveau, cruzaba rauda por el art decó y desembocaba ineludiblemente en el modernismo racionalista. La década de 1960 vio iniciarse el estudio de otras tendencias, rompiendo así el análisis evolucionista, encontrando sorpresas agradables: el eclecticismo no era el patito feo, sino que ya se había transformado en cisne. Se abría la puerta para su estudio, pero éste debió esperar otros veinte años y profundos cambios en la cultura nacional para que eso se produjera. Entre las corrientes eclécticas que cubrieron buena parte de las arquitecturas urbanas en el fin del siglo XIX y el inicio del XX, se ha identificado una corriente que ha tomado diferentes nombres y que desde hace algunos años ha sido denominada con nombres como neovernáculo, tapera revival o estilo de grutescos y rocallas.
De todas formas, y más allá del nombre, importa que todos ellos identifican una arquitectura caracterizada por una fuerte ornamentación, o por ser un motivo ornamental en sí misma, que tendía a construir paisajes imaginarios, grutas, grupos de rocas, acopiar formas de la naturaleza, siempre en cemento. Ramas, troncos, hojas, eran imitados en sus mínimos detalles creando grutas y pasajes fantasmales caros a la imaginación romántica de la época.

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