FAMILIA LONCAN. LOS SEIS MENSAJES CIFRADOS.
Foto personal tomada el 23 de febrero de 2023
Cada vez que me enfrento a este monumento funerario me quedo detenido intentando descifrar el mensaje que nos apoprtan estas seis metopas. La primero me es imposible definir su significado por el grave deterioro. La segunda metopa donde vemos un LIBRO ABIERTO, en el cual nos hemos de detener para profundizar la simbología y mensaje de esta imagen. Es muy diferente el sentido de un libro cerrado que guarda todo su mensaje bajo siete llaves a un libro abierto que nos invita a penetrar en su mensaje. La tercera metopa es el URÓBORO que nos dice que nada tiene ni principio ni fin. Es parte de la constante reflexión sobre el tiempo que aprendemos a valorar en la Recoleta. En la cuarta metópa vemos una CRUZ INCLINADA CUBIERTA POR EL SUDARIO DE LA RESURRECCIÓN, cruz llamada de penitencia. En quinto lugar vemos una CORONA CON CINTAS que vueleve en su forma circular ha traer a nuestra consideración del tiempo y la eternidad junto con todos los lazos de afecto, tanto familiar como de amistades. En sexto y último lugar una CLEPISIDRA ALADA que retama el tema del tiempo que pasa volando y que debemos saber aprovechar.
RECURSO.
EL LIBRO COMO FORMA SIMBÓLICA.
Por último, el libro, a diferencia de la computadora, es un objeto orgánico. No debemos subestimar esta característica en la relación física que se puede tener con el libro, informe íntimo y rápidamente corporal o incluso pasional. Hecho de piel y papel, animal y vegetal, el libro no sólo aparece como una extensión del cuerpo o de la palabra, un objeto de cierta manera transicional, dirían los psicólogos, incluso (sobre todo en las muchas metáforas que lo equiparan a un organismo vivo), como una secreción del cuerpo humano. El libro es un objeto combustible, perecedero e incluso comestible. Devorar un libro no es sólo una metáfora; las historias y los mitos abundan con situaciones en las que el libro es físicamente absorbido por sus lectores, empezando por el famoso pasaje del Apocalipsis de San Juan. La manducación del libro es comparable a la rumia del texto sagrado murmurado o salmodiado. El vocabulario del libro revela, por otra parte, su relación con el cuerpo humano. Los encuadernadores hablan de la cabeza, la espalda, el cuerpo, la cabezada y los nervios de un libro.
El abrir un libro se puede experimentar conscientemente como una intrusión en un cuerpo viviente, en cuya piel circula la vida material que encierra. De este modo, el códice es, por estas razones de corporeidad del soporte y de la apropiación individual y de la adhesión del contenido a este medio, un objeto capaz de transmitir secretos, más que una computadora, que es un lugar de demostración donde los textos y las imágenes no hacen otra cosa más que pasar. Es posible incluso preguntarse si, a veces, abrir un libro no es un acto impúdico. La impudicia de un libro abierto resulta explícita en la iconografía cristiana del Libro de la vida o Libro de conciencia. . El libro de la vida, donde se registran nuestras acciones, buenas y malas, para permitir el balance el día de nuestra muerte, existe en varias religiones, de Grecia al budismo. Esta metáfora del libro equiparado con la vida humana, que, como ella, tiene necesariamente un principio y un fin, que sólo conoce el autor, dio lugar a representaciones pictóricas en los manuscritos y en los pórticos medievales. En el Tímpano de Conques se ve un ángel el día del Juicio Final, abriendo ante Dios el registro donde están inscritas las vidas humanas. En el siglo XV, cuando el libro comienza a difundirse y convertirse en un objeto secular, precisamente en esa época donde se desarrolla el uso de los �libros de contabilidad ', el 'Libro de la vida" se convierte en portátil e individual: cada individuo lleva su propio libro y debe abrirlo ante Dios para escuchar su veredicto. Momento crucial del pensamiento occidental en donde se expresa la responsabilidad individual en un objeto personalizado. Pero, qué crueldad en este momento donde la gente, completamente desnuda, todavía tiene que descubrirse abriendo el libro, mostrarse más desnudas, revelando no sólo sus cuerpos sino su conciencia. Jean-Jacques Rousseau inicia sus Confesiones con el mismo tema: Cuando suene la trompeta del Juicio Final iré con este libro en mano y compareceré ante el juez soberano. Yo diré en voz alta: 'Esto es lo que hice, lo que pensé, lo que fui."
Michel Melot. “El libro como forma simbólica” Traducción: Raúl Marcó del Pont2
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