ERNESTO CABRAL. Las faltas de ortografía. La prehistoria del SAME.
Fotos personales tomadas el 8 de noviembre de 2022
Este monumento funerario me lleva a la reflexión lo breve que es la memoria colectiva. El Doctor ERNESTO CABRAL seguramente fue querido, apreciado y su fallecimiento impacto en el círuclo de sus amigos, pero la historia no guarda su memoria. Este monumento es el último testimonio de su acción y su prestigio. En la placa conmemorativa podemos leer: "Al Doctor ERNETO CABRAL. Sus compañeros y amigos de la ACISTENCIA PÚBLICA. Noviembre 2 de 1913". La forma de escribir ACISTENCIA posiblemente no sea una falta de ortografía sino un ejemplo de una ortografía todavía en formación. La vida y el trabajo de este médico es contemporánea con la del Dr. TELÉMACO SUSINA, de quien hemos realizado aportes en este grupo.
RECURSO.
La Asistencia Pública había sido creada en 1883 y funcionó en el edificio que pertenecía al Hospital General de Mujeres, en Esmeralda 66, casi esquina Rivadavia. En ese lugar, hoy se levanta la Plaza Roberto Arlt. Su primer director fue José María Ramos Mejía.
Cuando Susini se hizo cargo en 1896, seguramente no se habrá conformado con lo que encontró y elaboró un reglamento, cuyos originales sobrevivieron al paso del tiempo.
En esas páginas amarillentas escritas a puño y letra, en las que los años dejaron sus marcas, detallan lo que hoy conocemos como el servicio de ambulancias para emergencias, la “prehistoria” del SAME.
El servicio médico a domicilio comprendía primeros auxilios, asistencia médica, quirúrgica, obstétrica y reconocimiento de cadáveres. “Se hospitalizará a aquellos que vivan en la indigencia o que por su enfermedad requieran cuidados difíciles”, especificó.
El reglamento establecía los horarios de las guardias, tanto de médicos como de los practicantes.
Entonces, las ambulancias eran carros tirados por caballos. “Cocheros de ambulancias. Deben tener pronta y limpia, con los caballos enganchados, para salir a la calle a los 4 minutos o antes, si el médico o practicante estuvieran en la ambulancia”, escribió.
“Irá rápidamente al destino indicado en el talonario entregado por el telegrafista, haciendo sonar la campanilla de paso libre que tendrá la ambulancia”. “Llegado al punto ayudará (el cochero) en lo posible en el transporte del accidentado a la ambulancia, debiendo adquirir los conocimientos”.
“Inmediatamente que haya salido una ambulancia tendrá especial cuidado de que se tenga otra en iguales condiciones que la anterior. Cuidará de que los caballos sean mansos y no estén inutilizados”.
La consigna era tener listas todas las ambulancias, con los caballos enganchados.
“El médico vigilará y dirigirá la salida de la ambulancia del socorrido y la conducirá al centro de socorros de urgencia o a su casa, prestándole en el trayecto los servicios médicos necesarios”.
“En la ambulancia habrá útiles, botiquín y talonarios que llevará en el trayecto entregándole al paciente o a los que lo recibieran para así ilustrar al médico que lo asistirá o para evitar declaraciones ante el juez respectivo o Policía”.
“Apuntará en el parte diario los auxilios prestados haciendo referencia del número del talonario de la ambulancia, a fin de que cada mes el médico o practicante que estuviera de guardia pasará al inspector del servicio una estadística”.
Guardias de dos horas
Por el reglamento de Susini, hoy sabemos que desde las 6 de la mañana a la medianoche los médicos hacían guardias continuas de 2 horas, acompañados por practicantes. Desde la medianoche hasta las 6 permanecían solo los practicantes. “Ningún médico o practicante pueden abandonarlas sin que esté su reemplazante”, aclaraba.
“Durante la guardia -apunta Susini- recibirán los pedidos de asistencia médica y reconocimientos de cadáveres, para que una vez terminada su guardia, concurran a prestar su cuidado al enfermo que haya solicitado asistencia o a comprobar la causa de su fallecimiento. Atenderán también, durante su guardia, al Consultorio General de esta Dirección”.
La vida, luego, lo llevaría por otros caminos, todos conectados a la salud. Sostuvo una dura puja con monseñor Miguel D’Andrea, y logró la reglamentación de la prostitución: insistía que no solo era un problema sanitario, sino también una cuestión ética del hombre.
Trabajaba codo con el intendente Torcuato de Alvear y, junto al arquitecto Buschiazzo, transformaron precarias instalaciones hospitalarias en centros de salud adecuados a la época.
“El viejo era bravo”, señalan en la familia. Hasta el punto de reunir a sus hijos que habían salido a festejar el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen el 6 de septiembre de 1930. “Hoy es el día más triste de la República Argentina; ¿no se dan cuenta que los militares tomaron conciencia de que podían tomar el gobierno?”
Telémaco Susini y su esposa, de la época en que se desempeñaba como cónsul general en Viena. Fue cónsul general en Viena en 1906. El emperador Francisco José I de Austria, al recibirlo, le dijo que seguía muy atentamente a la Argentina. “Los imperios se están acabando -auguró-. Viene el tiempo de las democracias y si Argentina continúa en este camino, en la segunda mitad del Siglo XX superará a los Estados Unidos”, le dijo el gobernante.
Fue uno de los protagonistas de la Reforma Universitaria de 1918 y debió renunciar al cargo de interventor de la Universidad de Córdoba cuando los conservadores, de la mano de la iglesia, pusieron el grito en el cielo por su nombramiento.
Falleció el 1 de junio de 1936 de una pulmonía. Su entierro, en el cementerio de Recoleta, fue multitudinario. Es que no se trataba solo de un catedrático, un científico y un humanista. Había muerto un médico.
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