lunes, 7 de noviembre de 2022

ALFREDO LENGNIK. El lenguaje de flores y plantas.

ALFREDO LENGNIK. El lenguaje de flores y plantas.

Foto personal tomada el 1º de octubre de 2022
El lenguaje de las flores y las plantas ocupan un lugar muy importante en las placas conmemorativas y en los diversos estilos arquitectónicos que encontramos en la Recoleta. Conocer su simbolismo y mensaje puede enriquecer nuestra mirada. En esta placa podemos leer: "ALFREDO LENGNICH. + Octubre 16 de 1916. Homenaje de sus amigos y compañeros de las Obras Sanitarias de la Nación. 1919". Esta dedicatoria al igual que muchas otras placas pone de manifiesto la presencia de empleados y funcionarios tanto de empresas estatales como privadas y que sería muy difícil asociarlas con la oligarquía o el patriciado, sino más bien con el mundo cotidiano del trabajo. Esta es una placa firmada por los artesanos que la fabricaron: CONSTANTE ROSSI de la calle Florida 150. En ella vemos el rostro del homenajeado rodeado por ramas de laurel y roble son su significado de fortaleza y victoria. Es importante la figura de una doliente femenina que uniendo sus manos aproxima también un ramo de flores como símbolo de afecto y amistad. En la parte inferior hay una cantidad de plantas que mi pobre conocimiento de la botánica me impide reconocer. Las Escrituras fundamentales del cristianismo comienzan el relato de la historia sagrada alrededor de un árbol por el cual podemos diferenciar el bien y el mal. El protagonismo de la vegetación acompañará todo el relato y aún hoy continua comunicando su mensaje.
RECURSO.
Árboles y plantas en la tradición cristiana
En la antigüedad, la relación entre el hombre y la naturaleza era mucho más estrecha que en la actualidad. La vida cotidiana estaba inextricablemente ligada a la alternancia de las estaciones, las precipitaciones atmosféricas, el calor excesivo o el frío excesivo. Nuestros antepasados ciertamente no vivieron una existencia fácil, víctimas de un mundo demasiado grande e insidioso, para ellos, demasiado difícil de someter, de controlar. Las comodidades y seguridades que tendemos a dar por sentado, los fármacos efectivos contra enfermedades que son triviales para nosotros, pero que una vez causaban miles de víctimas, los servicios disponibles hoy para todos, son conquistas que han llegado en un tiempo relativamente largo corto, para la historia de la humanidad, infinitesimal en la vida de nuestro planeta.
Ahora queremos dar un paso atrás, cuando el hombre vivía, por fas o por nefas, más en estrecho contacto con el entorno que lo rodeaba, y su supervivencia dependía exclusivamente de cómo hubiera podido aprovechar los pocos recursos puestos a su disposición, para alimentarse, cubrirse, protegerse.
En este mundo, la existencia del hombre dependía en gran medida de árboles y plantas. De estos nuestros antepasados se nutrían, en forma de bayas y frutas, madera para construir chozas, casas, empalizadas para defenderse, leña para iluminar la noche y calentarse, pero también valiosos destilados y remedios para curar las enfermedades.
Aliados preciosos, árboles, amigos fieles, pero también misteriosos, centinelas silenciosas y, tal vez, guardianes del conocimiento ancestral. De esta manera tenían que considerarlos los hombres antiguos, porque desde el principio de los tiempos los árboles han recibido grandes poderes y un papel de comunicación entre los diversos niveles de existencia. De hecho, sus raíces ahondaban en el suelo, sus troncos crecían robustos y exuberantes en la superficie, y sus cimas se elevaban hacia el cielo, a veces perdiéndose en las nubes. No es difícil imaginar cómo, en la mente de nuestros antepasados, este desarrollo prodigioso coincidía con la capacidad de conectar el mundo del Inframundo, el de los Hombres y el de los Dioses.
No solo eso, sino que a menudo los árboles eran asimilados directamente a las deidades. No hay ninguna religión del pasado que no contemple mitos sobre los árboles. Por ejemplo, los antiguos Egipcios creían que la diosa Nut vertía el agua de la inmortalidad en el alma de los difuntos de un árbol Sicómoro, mientras que para los Escandinavos el nacimiento del universo mismo estaba relacionado con el de Yggdrasill, un inmenso árbol de fresno, que ahondaba sus raíces en el pasado, presente y futuro, y abrazaba con su follaje toda la tierra y el cielo. Para los Sioux, un gran árbol estaba en el centro del Círculo del Mundo.
Luego, los mitos Griegos están llenos de referencias a los árboles: pensemos en las manzanas de oro en el jardín de las Hespérides, que donaban la inmortalidad, en el olivo sagrado de Atenea, en el laurel y el ciprés querido por Apolo, y así sucesivamente.
Los símbolos religiosos y esotéricos a menudo se inspiran en árboles o partes de árboles. El árbol de la vida es una imagen universal, un poderoso arquetipo que adopta formas infinitas. Los antiguos egipcios a menudo retrataban las cebollas en los jeroglíficos y en las tumbas de los faraones: para ellos eran salvoconductos muy efectivos para el más allá. El ciprés, nacido de la metamorfosis del joven Cipariso a manos de Apolo, siempre ha sido un símbolo de luto y eternidad.
Incluso la tradición cristiana ha otorgado gran importancia a las plantas.
Antiguo y Nuevo Testamento contienen numerosas menciones a plantas, flores y arbustos. Otros han sido asociados con el tiempo al culto de la Virgen, de Jesús o de algunos santos.


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