domingo, 29 de septiembre de 2019

RAMÓN JOAQUÍN MANUEL CESARIO SANTAMARINA. Un inmigrante meritorio

RAMÓN JOAQUÍN MANUEL CESAREO SANTAMARINA. UN INMIGRANTE MERITORIO. 

RAMÓN SANTAMARINA
Fotos personales tomadas el 24 de septiembre de 2019.
Es importante considerar estas fotos como el disparador que nos despierta primero curiosidad y luego nos lleva a una primera investigación sobre la personalidad de la familia residente en estas obras lo que permite ampliar el horizonte de nuestros conocimientos. Aquí una historia dramática bien documentada.
La fotografía de RAMÓN SANTAMARINA es tomada de Internet y tiene por objetivo darle un rostro a los nombres que nos revelan estas obras y para sacarlas en lo posible del anonimato. 
RECURSOS.
La dura vida de Ramón Santamarina

El 3 de abril de 1835, José Santamarina y Varela, capitán general de la Guardia de Corps de Fernando VII, le pidió a su hijo Ramón Joaquín Manuel Cesáreo, de ocho años, que lo acompañara a los fosos del Puerto de Arriba (en la Coruña, España). Una vez allí, le comentó ciertos pecados –incluso algunos que el niño no alcanzaba a entender– y se disparó en la sien.
Apenas algunos días después de la tragedia, moría de pena la madre de Ramón, Manuela Valcarcel. Él y sus hermanos Dolores y Francisco aterrizaron en casa de parientes que los consideraban más estorbo que familia. De allí pasaron a un asilo
Ramón Santamarina se hizo monaguillo y el sacerdote descubrió que el chico tenía muchísimas cualidades. Creyó que lo mejor que podría hacer por él era alejarlo de España y enviarlo a América en el barco de un capitán amigo. En 1840, con nada más que una moneda de 5 duros y trece años, desembarcó siendo nadie en la ciudad de Buenos Aires.
Se las ingenió para conseguir trabajo. Obtenía una recompensa miserable por guiar a nado las carretas de bueyes que cruzaban el Riachuelo a la altura de Barracas. También daba clases a sus humildes amigos del barrio. Sumó un modesto dinero que envió a su hermana Dolores. Lo tomaron como empleado en el Café de las Cuatro Naciones, donde se dieron el gusto de explotarlo hasta que explotara.
Cumplía tareas de lunes a lunes y tenía tres horas de descanso por día. Las otras veintiuna debía trabajarlas. Lo hizo un par de meses hasta que su físico se lo permitió. Tuvo que renunciar porque no daba más. Los primeros ocho días luego de abandonar ese trabajo los durmió por completo, salvo en el rato que se despertaba para comer.
Había llegado al país en el momento de mayor violencia durante el gobierno de Rosas y prefirió alejarse de Buenos Aires. Se trasladó al pueblo de Tandil, donde consiguió trabajo como peón. La capacidad de trabajo del gallego Santamarina, sumada a su honestidad y corrección en el trato, lo convirtieron en el joven mimado del pueblo. Luego de cinco años al servicio de todos y de cada uno, Ramón (19 años) compró una carreta con ruedas inmensas de lapacho y cambió su historia.
Cada viaje Tandil-Buenos Aires-Tandil demandaba tres meses y acarreaba peligros por los ataques de la indiada, de los gauchos rebeldes, los ladrones o las inclemencias del tiempo. En cuanto pudo, sumó otra carreta y otra y otra. Llegó a mantener dos docenas y comenzó a forjar su fortuna. Aprovechando la existencia de ganado cimarrón, incursionó en el negocio de los cueros. Mediante convenientes compras de quintas, chacras, campos y estancias, ingresó al club de los terratenientes.
Llegó a poseer 300.000 hectáreas en veinticinco estancias. La zona en donde se halla la Piedra Movediza de Tandil (la clásica se mantuvo en equilibrio hasta 1912) formaba parte de sus propiedades. Se casó en 1860. Tuvo cuatro hijos. Enviudó en 1866. Volvió a casarse –con Ana Irasusta Alduncin, sobrina de su primera mujer– y tuvo trece hijos más. En política, fue uno de los hombres más influyentes del sur de la provincia de Buenos Aires. En la sociedad, un caballero altamente respetado. En sus campos, un patrón muy querido.
El 23 de agosto de 1904 por la tarde, en el escritorio de su estancia, el patriarca de los Santamarina argentinos se suicidó por motivos que se han mantenido en secreto. Muchos creen que fue por una depresión, como ocurrió con su padre. La historia se repetía: de la misma manera, se disparó en la sien
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DATOS DEL EDIFICIO 
Está firmada por los constructores Cannavó Hnos. que siempre trabajaron con el Arquitecto Carlos Nordmann en lo que se refiere a bóvedas y también les proyectó su fábrica.

Publicado por FABIO PERLIN en 14:51
Etiquetas: Arquitecto Carlos Nordmann, Barrio Recoleta, Bóveda, C.A.B.A., Cementerio de la Recoleta, En pie, Firma NO visible







He encontrado que existe una estatua de Ramón Santamarina en Tandil obra del escultor Miguel Blay. Wikipedia dice: "La ciudad de Tandil le erigió un monumento en su honor el 10 de marzo de 1912, obra del escultor español Miguel Blay, el mismo que realizó en Buenos Aires el monumento a Mariano Moreno"



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