CAMPO SANTO O CEMENTERIO. Hablemos bien y escribamos mejor.
Foto personal tomada el 5 de mayo de 2023
Si bien para muchos puede ser un tema totalmente secundario la forma de denominar a la Recoleta, a mi entender tiene una importancia porque nos permite ubicarnos en las etapas de la evolución histórica e ideológica. Mientras la Recoleta fue "camposanto" no se permitia sepultar en él a nadie que no perteneciera claramente a la religión católico romana. Es por ello que todas las lápidas en inglés que encontramos en este espacio pertenecen a inmigrantes irlandeses ya que los ingleses, por ser en su gran mayoría miembros de la comunión anglicana, estaban excluidos como todos los miembros de otras comunidades religiosas y los mismos masones. La palabra que personalmente me gusta utilizar con relación a la Recoleta es CEMENTERIO, porque su traducción literal es "lugar para dormir" creo que la podemos comprender como un espacio de espera tal como lo explica la frase que vemos en el peristilo del lado interior EXPECTAMUS DOMINUM es decir, una frase que nos confirma ese tiempo de esperanza, de espera, de un sueño que posiblemente no sea eterno.
RECURSO.
Puede ser que a muchos les parezca un bizantinismo el tratar de establecer la diferencia que existe entre un camposanto y un cementerio, términos utilizados como sinónimos y que en definitiva se emplean para designar el sitio destinado al entierro de cadáveres humanos. Como ya lo sugiere la palabra, camposantosignifica tierra consagrada por la religión para el albergue de nuestros restos, es decir, ha recibido una sanción de la Iglesia; mientras que cementerio (del griego koimeteriun y el latín coementeriun: dormitorio) es el lugar donde se procede al entierro de los muertos sin que medie habilitación de tipo religioso. De allí que sea necesario, cuando se habla de estos enterratorios, darles su correcta denominación.
Luís F. Núñez. “Los Cementerios”. Almario de Buenos Aires. Ministerio de Cultura y Educación. 1970
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Entre los detalles exhaustivos que López Mato encontró en su investigación existen datos extraños, como que el cementerio de la Recoleta no es un camposanto: perdió esa condición en 1853 cuando el presidente Bartolomé Mitre ordenó el entierro del Dr. Blas Agüero, un francmasón a quien el arzobispo de Buenos Aires le había negado cristiana sepultura porque, fiel a sus principios, se había negado a recibir los sacramentos. Mitre decretó el permiso para el entierro, y el arzobispo retrucó retirando la bendición a la necrópolis y por lo tanto su condición de santidad.
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