SEBASTIAN VASENA. POSIBLE OBRA DEL ARQUITECTO MARIO PALANTI. ESCULTURA FIRMADA POR R.G. RAPP.
Fotos personales tomadas el 31 de enero de 2020
Hoy se encuentra abandonada y lo que es peor, abierta en la puerta que da a la calle Vicente Lopez. Obsérvese el trabajo de orfebrería de la puerta y la bella escultura -que sí esta firmada- de R.G.Rapp.
RECURSO.
La semana trágica: a 100 años de la huelga obrera de Vasena y su represión
Por Eduardo Lazzari.
U na enseñanza de la historia de las democracias occidentales es que la llegada al poder de un partido ubicado más a la izquierda que el anterior hace que las demandas sociales se potencien, generalmente por encima de la capacidad de la economía para satisfacerlas, y si el partido que llega está a la derecha, las demandas sociales naturalmente tienden a moderarse. El contexto internacional, marcado por la I Guerra Mundial (1914-1918) y la revolución de Octubre de 1917, que derribó al Imperio Ruso, ayudó inicialmente a Hipólito Yrigoyen (ubicado a la izquierda de los conservadores aunque lejano de cualquier visión revolucionaria), a contener la expectativa social, frente a la caída general de la economía. Pero el armisticio de fines del 18 y la consolidación de la revolución comunista en Rusia, generaron una explosión de huelgas y presiones obreras que van a terminar de muy mala manera.
LA SEMANA TRÁGICA. LA HUELGA
A principios de 1919, se destacaba la huelga de los obreros de los Talleres Metalúrgicos "Pedro Vasena", que poseía una planta industrial en Cochabamba y Rioja, en el barrio de San Cristóbal, y un gran depósito en Pepirí y Santo Domingo, en el barrio de Nueva Pompeya, ambos en el sur de Buenos Aires. Esta empresa, que había incorporado con el tiempo capital de origen británico, era una de las más grandes del país. Todavía se ven en las esquinas argentinas, los viejos buzones rojos de correo fundidos en Vasena. La huelga de los obreros buscaba la reducción de la jornada laboral de 11 a 8 horas, la vigencia del descanso dominical, aumentos de jornales y la reposición de los delegados obreros echados por la empresa al comienzo de la huelga, en diciembre de 1918.
La distancia entre el taller y el depósito era de tres kilómetros y era cubierta por una flota de chatas que transportaban las materias primas y los productos terminados. El 7 de enero de 1919, la empresa despachó varias chatas rumbo al depósito, conducidas por obreros que no se habían plegado a la huelga y varios "krumiros", nombre ruso que se daba a los obreros rompehuelgas tomados por la empresa, y custodiados por la policía de la Capital. Al llegar la caravana a las cercanías del depósito, un grupo de obreros, acompañados por mujeres y niños, comenzaron insultando a los obreros no huelguistas y terminaron lanzando piedras y palos. La policía defendió a los conductores de las chatas y el episodio terminó en una refriega generalizada con cuatro muertos y treinta heridos.
La prensa ignoró este episodio, pero el gremio metalúrgico declaró la huelga general y fueron acompañados por los obreros marítimos. Estallaba la huelga general obrera más importante de la historia hasta entonces, y comenzaba la "Semana Trágica".
NEGOCIACIONES, DECLARACIONES Y REPRESIÓN
Eran tiempos en que el sindicalismo estaba dividido en dos centrales obreras: la Federación Obrera Regional Argentina (Fora) del 9° y la Fora del 5°. La primera buscaba una acción sindicalista, de defensa de los intereses obreros, y la segunda era anarco-comunista, y buscaban además la caída del sistema capitalista. Esta tensión iba a ser decisiva en los eventos de enero de 1919, porque impidió la unidad en la acción de los obreros. Al mismo tiempo, el 8 de enero, en la Cámara de Diputados nacional, los socialistas encabezados por Nicolás Repetto, propusieron tratar los episodios del 7 de enero en el recinto, y contaron con el apoyo de los conservadores para criticar al gobierno, cuya posición fue defendida por Horacio Oyhanarte, quien propone el arbitraje del presidente Yrigoyen.
El 9 de enero se produjeron piquetes obreros, varios gremios adhirieron a la huelga general, se volcaron tranvías, se derribaron torres de cables de electricidad y desde el mediodía se paralizaron los servicios de tranvías y subterráneos. Los obreros bloquearon al directorio de Vasena, que estaba reunido en las oficinas de la planta industrial y la inminencia de un enfrentamiento era palpable. Esa tarde tuvo lugar el cortejo fúnebre de los obreros muertos el día anterior, que desde el depósito de Nueva Pompeya se dirigió al Cementerio de la Chacarita. Un convento del barrio de Almagro fue asaltado por los obreros que participaban del cortejo y fueron ametrallados por policías y civiles, produciéndose varios muertos. Durante el cortejo fúnebre se asaltaron varias armerías y la cantidad de obreros participantes constituyeron
El gobierno simultáneamente inició una negociación con la Fora sindicalista a través del jefe de Policía recién nombrado, Elpidio González, quien se comprometió a forzar a la empresa Vasena a aceptar las demandas obreras, y a liberar a los detenidos durante el día. Paralelamente el presidente declaró a la Capital Federal zona militarizada, y puso al general Luis Dellepiane como comandante militar. La llegada al cementerio desató una masacre. Al comenzar un acto para despedir a los muertos, los policías atrincherados entre las bóvedas comenzaron a disparar contra la multitud. Más tarde se produjeron tiroteos entre obreros y policías en Retiro y en Palermo. En la planta industrial de Vasena, los obreros sitiadores comenzaron a disparar contra las oficinas, y a las 19 hs. se ordenó al Ejército, al mando de Dellepiane, desalojarlos con las tropas del Regimiento 3 de Infantería. Esta participación de las Fuerzas Armadas fue la más grave contradicción entre el discurso gubernamental y los hechos.
El balance del 9 de enero fue dramático. Según las fuentes, los muertos variaron entre cuarenta y ciento veinte, y los heridos entre doscientos y cuatrocientos. Nunca había ocurrido nada parecido en la historia argentina.
CONSECUENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES
La ciudad de Buenos Aires quedó paralizada y sumida en un sopor fúnebre del que tardó semanas en salir. Los conservadores criticaron la falta de información oficial y llegaron a sugerir la conformación de batallones cívicos para defender el estado liberal, si el gobierno no estaba en condiciones de hacerlo. Los socialistas quedaron desconcertados y no pudieron decidir si participar de la profundización de la huelga o pedir el establecimiento del estado de sitio. Los radicales optaron por el silencio y la postergación de los debates.
El gobierno logró la comparencia de Pedro Vasena en el despacho presidencial. Lo hizo acompañado del embajador británico. También se reunió Yrigoyen con los dirigentes obreros de la Fora del 9°, y logró el levantamiento de la huelga general. Mientras tanto seguían los tiroteos aislados y la histeria colectiva llegó al extremo que los guardias del Departamento Central de Policía balearon el auto del general Dellepiane, que salvó milagrosamente su vida.
La empresa Vasena aceptó gran parte de las demandas obreras: jornada de 8 horas, aumentos de los jornales entre el 20% y el 50% según la categoría, abolición del trabajo a destajo y reposición de los obreros despedidos. Sin embargo, la huelga siguió adelante y se extendió a todos los enclaves industriales del país, como Rosario y Tucumán. El gobierno estableció un cerco sobre los obreros anarquistas, y los ataques a comisarías fueron languideciendo, junto al fervor de los "maximalistas". Ya para el 14 de enero el diario socialista "La Vanguardia" habla de 400 muertos y 2000 heridos. Hubo miles de detenidos luego del establecimiento del estado de sitio ese día. Desde el 16 de enero comenzaron a liberarse algunos presos y la huelga languideció hasta acabar hacia fin de enero de 1919.
Para los radicales de Yrigoyen, este episodio significó un verdadero bautismo de fuego y sangre en los enfrentamientos sociales del siglo XX. Pero la historia no iba a darles paz en el gobierno. Dos graves huelgas, las vinculadas con la compañía "La Forestal", en el Chaco santafesino, y las producidas por los trabajadores rurales en el territorio nacional de Santa Cruz, que culminaron ambas en matanzas obreras de enorme magnitud, mostraron la dificultad de la moderna democracia argentina en establecer mecanismos de resolución de conflictos entre el capital y el trabajo, con la mediación del Estado.
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