VENTURA COLL DIEZ DE ANDINO. (1822-1880)
Fotos personales tomadas el 24 de octubre de 2019.
Esta es una bóveda compleja en simbologia, signos y alegorías. Por el momento me he de centrar el aquello que se suele denominar "el ángel dormido", que es igual al que encontramos en la bóveda de Francisco Gómez, por lo que presuponemos que se trata del mismo escultor. Para contradecir la opinión general, esta imagen corresponde a un QUERUBIN, es decir, el primer escalón de la rigurosa jerarquía de ángeles. Los querubines, siempre representado como niños, también se los imagina desnudos ya que ese sería un símbolo de pureza y castidad. Aquí se cubre la desnudez con un pudoroso paño. En conclusión, es un querubín, que no está dormido, sino que está confiado, totalmente entregado en manos paternales. A mi criterio tendríamos que llamarlo el QUERUBÍN CONFIADO.
RECURSO.
VENTURA COLL Y BAILOR.
Catalán, oriundo de la villa de Lloret de Mar en Gerona (España), que arriba a la actual ciudad de Santa Fe de la Veracruz alrededor del año 1800. Proviene de una próspera familia de la que hemos localizado testamentos, sesiones y ventas de bienes de sus abuelos, padres y hermanos.
Instalado en nuestra ciudad litoraleña, contrae matrimonio en 1802 con una joven dama proveniente de una de las familias más antiguas de la ciudad. Doña Delfina Diez de Andino, de quien se trata, era hija de don Manuel Ignacio Diez de Andino y doña María Francisca de Therán.
Viven junto a la familia Diez de Andino en la amplia casona, hoy achicada y reformada donde funciona el Museo Histórico Provincial, haciendo cruz con la Casa de Gobierno y el Colegio de la Inmaculada Concepción.
Quizás por vocación y por consejos de su suegro, Ventura se dedica de lleno al comercio logrando en pocos años consolidar una posición económica extendiendo sus verdaderos problemas hasta el Alto Perú, Buenos Aires y Montevideo.
Años más tarde ya consolida su profesión intercambiando bienes con ciudades españolas, como Cádiz y Barcelona, lo cual le permite la posesión de créditos a su favor, tal como deja señalado en su testamento.
Buen comerciante, siente la incomodidad de las guerras e invasiones que sufren la ciudad de Santa Fe, como impedimento para el desarrollo de sus actividades. Mientras don Manuel Ignacio se retrae de sus negocios y de dedica a escribir sus memorias en el diario que se le conoce, Ventura traslada su familia a Montevideo, puerto natural de ultramar, desde donde -entre 1818 y 1820- maneja sus negocios.
La correspondencia nutrida entre Delfina y su padre demuestra la evolución y crecimiento de la familia así como la decisión cada vez más cercana de emigrar por un tiempo hasta que la situación política se tranquilice.
Es así que Ventura se despide de su suegra en 1820 desde Montevideo anunciando el traslado junto a su familia a España por un tiempo. Se instalan en Lloret de Mar, regresando Delfina con sus hijos en 1823 a Santa Fe. Ventura lo hace recién al año siguiente. No sabemos cuánto tiempo permaneció en América y cuándo regresó a España, pero sí que lo hizo con su hijo Manuel.
Fallece en 1831 en Cádiz después de testar por segunda vez, haciendo un detallado inventario de sus bienes y abundantes créditos, tanto en América como en España. Sus restos fueron inhumados muchos años después en el cementerio de la Recoleta en Buenos Aires.
Delfina -en cambio- lo sobrevive unos años, falleciendo en Santa Fe en 1835. Sus restos descansan en la Iglesia de San Francisco de Santa Fe, donde una gran lápida la recuerda.
Y lo llamativo es que de un catalán que, permaneció menos de veinte años en nuestro país, desciendan tantas familias tradicionales porteñas, santafesinas, entrerrianas y salteñas, sin que la mayoría de conozcan su ascendencia Coll- Diez de Andino.
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