viernes, 20 de enero de 2023

LUCIO VICTORIO MANSILLA. La elegancia como un valor de vida.

LUCIO VICTORIO MANSILLA. La elegancia como un valor de vida.

Fotos personales tomadas el 16 de julio de 2022
En este monumento funerario de una arquitectura asombrosamente moderna para las fechas a las que nos referimos en la biografía del titualr es de mucha calidad. Me costo diferenciar al padre: LUCIO NORBERTO MANSILLA del hijo LUCIO VICTORIO MANSILLA. En el frente y sobre la puerta vemos en un círculo enmarcado con ramas de roble y laurel la siguiente inscripción que por sus datos se refiere a Lucio Norberto Mansilla: "General LUCIO MANSILLA. Concurrió a fundar la nacinalidad argentina en las acciones de Montevideo y Chacabuco. Sostuvo sus derechos en Ombú, Camacuá e Ituzaingó y en la defensa de su soberanía en Obligado. Gobernador de Entre Ríos. Dió Constitución a ese Estado en 1825". En cambio la placa que vemos a la derecha de la puerta en el frente se refiere a su hijo LUCIO VICTORIO MANSILLA y dice: "Al General D. LUCIO V. MANSILLA 23-XII-1931 8-X-1913. Severo en los principios de honor. Romántico exponente de su tiempo. Soldadoen el Paraguay y el Desierto.Triunfó en las tolderias y se impuso en los salones. Literato que honró nuestras letras.Nos legó su experiencia y enriqueció nuestra cultura. La Comisión de Homenaje en el Sesquicentenario de una nacimiento. 28-XII-1951".
RECURSO.
La novelesca y extravagante vida de Lucio V. Mansilla, el gran dandy porteño que brilló con su pluma
Militar, escritor, periodista, miembro de la alta sociedad. Viajó por el mundo, retó a duelo a un hombre porque se burló de su estrafalario sombrero, y sintió devoción por Sarmiento. En 1870 visitó las tierras aborígenes, experiencia que luego inmortalizó en su libro "Una excursión a los indios ranqueles"
Por Luciana Sabina 22 de Junio de 2019
El duelo de Lucio V. Mansilla con Pantaleón Gómez
Las lágrimas de Lucio Victorio Mansilla en su cara fueron lo último que Pantaleón Gómez sintió antes de morir. Militar devenido en periodista, Gómez dirigía entonces "El Nacional" y el Colegio de Escribanos.
Veterano de la Guerra del Paraguay, de vasta experiencia política, fue gobernador del Chaco con sólo 45 años. Su trágico fin comenzó a escribirse en febrero de 1880, cuando el periódico que comandaba criticó un sombrero del general Mansilla.
Ciego de indignación, don Lucio lo retó a duelo. No exageró: para Mansilla, la elegancia y el porte eran tan importantes como el aire que respiraba…
Aristóbulo del Valle lo retrató muy bien: "Cuando va por la calle, sonríe delante de todos los espejos. Si se mirara con el ceño adusto, mandaría los padrinos a su propia imagen reflejada en el vidrio…".
Pantaleón Gómez no fue el autor de la sátira, pero mientras los padrinos de ambos intentaban evitar el duelo, comenzó a discutir con Mansilla través de la prensa. Y así, con cientos de lectores como testigos, se agredieron mutuamente durante días.
Gómez llegó a escribirle: "Es usted un desgraciado a quien no queda ni el miserable derecho de insultar a la gente decente. Ni sus iguales lo abonan". Como respuesta última recibió: "Ya verá si hay quien me abone".
Se citaron en Palermo, armados, a las once de la mañana del 7 de febrero. El duelo fue a pistola y a diez pasos de distancia. Luego de dos intentos -en los que ninguno acertó-, Gómez descargó su arma contra el piso, diciendo: "Yo no mato a un hombre de ta…".
No terminó la palabra "talento": se desplomó atravesado por la bala del general.
Murió en el mismo campo del honor, bajo las caricias arrepentidas de su verdugo. El sepelio fue impresionante. Ciento cincuenta carruajes marcharon detrás de la carroza fúnebre.
Domingo Faustino Sarmiento emocionó a la muchedumbre: "¡Muerto!… Pantaleón Gómez, el simpático, el fervoroso, el leal, el verídico, el arrogante joven. ¡Muerto! (…) Desde esa sepultura cavada casi en el umbral de la vida, este amigo joven que debió dejarme a mí aquí y seguir su camino, os dirige un consejo: 'No derrochéis la vida, no arrojéis al aire a puñados los sentimientos de honor, de patriotismo, de inteligencia. Tan nobles dotes os fueron dadas no para florecer al primer rayo de sol y morir en seguida, sino para dar frutos sazonados'. Los restos de Pantaleón Gómez quedan aquí. En nuestros corazones, la memoria de su hidalguía. Pero en la superficie de la tierra, en esta patria que todos debemos enriquecer, Pantaleón Gómez no deja obra acabada a causa de darse prisa, sin motivo suficiente, a mostrar que sabía morir".
Lucio V. Mansilla se radicó en Francia y viajó por Europa, África y Asia
Luego del terrible incidente, Mansilla no fue citado por la justicia. Viajó a Europa con su familia. Se radicó en Francia donde se convirtió en figura habitual de los bulevares parisinos. Naturalmente elegante. Su charla, amena y fácil, lo distinguió pronto entre todos. Sin embargo, no era feliz. Quedó claro que el campo de batalla, el parlamento, el periodismo, donde actuó con brillantez y eficacia, fueron accidentes más o menos importantes… pero no permanentes en su vida.
De lo único que no pudo alejarse del todo fue de Buenos Aires, a dónde volvió cada tanto, acaso porque nació en esa provincia el 23 de diciembre de 1831. Era el día de Santa Victoria, y de ahí Victorio, su segundo nombre. Hijo de notorio militar Lucio Norberto Mansilla y de Agustina Rosas, hermana menor de Juan Manuel, los lujos y el rango social signaron su infancia.
Poco antes de cumplir los 18, su padre lo envió en misión comercial. Periplo que lo llevó no sólo a Europa: también a los exotismos de África y Asia.
Luego de la caída del Rosas en la batalla de Caseros, Mansilla se erigió en uno de sus más fieros críticos. Entre 1864 y 1868 se batió en la Guerra de la Triple Alianza. Allí fue militar, pero también periodista para escribir sus crónicas desde el frente para el diario La Tribuna, usó varios seudónimos: Falstaff, Tourlourou, Orión. Bajo su mando quedó Domingo Fidel Sarmiento (Dominguito), hijo del indómito sanjuanino.
Domingo Fidel Sarmientol, Dominguito: Mansilla lo protegió durante la guerra de la Triple Alianza
Mansilla lo protegió cuanto pudo. Hasta darle dinero para que pudiera mantener a su madre, Benita Pastoriza, mientras Domingo Faustino estaba en los Estados Unidos, y en franca pelea con su familia por la relación con su amante Aurelia Vélez, la hija de Dalmacio Vélez Sarsfield.
En una de las cartas de Dominguito a su madre desde el campo de batalla, desnudó el espíritu generoso de su superior: "Mansilla, pasado el primer momento de la carga, me ordenó que me retirara, y yo, no habiendo querido obedecerle, como era natural. Entonces me dijo: 'He prometido no exponerlo a usted sino en caso indispensable. Volvamos al batallón y piense que se lo he prometido a su mamá'. Te cuento esto para que veas como hay quien cuide por ti". Pero, lamentablemente, el muchacho murió en la batalla de Curupaytí, a mediados de septiembre de 1866.
"Vi a Sarmiento muerto -narró el general José Ignacio Garmendia en sus recuerdos sobre la guerra sobre el final de Dominguito-, conducido en una manta por cuatro soldados heridos: aquella faz lívida, lleno de lodo, tenía el aspecto brutal de la muerte. No brillaba ya esplendorosa la noble inteligencia que en vida bañó su frente tan noble; apreté su mano helada, y siguió su marcha ese convoy fúnebre que tenía por séquito el dolor y la agonía (…) Ayala, Calvete, Victorica, Mansilla (…) y qué sé yo cuántos más, todos heridos, chorreando sangre se retiraban en silencio (…) Era interminable aquella procesión de harapos sangrientos, entre los que iba Darragueira sin cabeza; de moribundos, de héroes inquebrantables, de armones destrozados, de piezas sin artilleros, de caballos sin atajes (… )."
Muchos años más tarde, don Lucio homenajeó a su lugarteniente, procurando cuidar de su madre como había intentado cuidarlo a él. Sarmiento odiaba tanto a Benita Pastoriza, que la había eliminado de su testamento. Al morir el sanjuanino, Mansilla consiguió para ella una pensión del Congreso nacional que le correspondía por ser su viuda.
Sarmiento expresó su dolor innumerables veces. En una carta a su amiga Mary Mann, escribió: "La muerte de Dominguito tan malogrado, ha traído a mi espíritu un incurable descontento. ¡Qué cadena de desencantos! Habría vivido en él; mientras que ahora no sé adónde arrojar este pedazo de vida que me queda, no sé qué hacer con ella".
En 1870, sus visitas a las tierras aborígenes, en su intento de firmar un tratado de paz con ellos -frustrado por las autoridades nacionales- lo llevó a escribir su famoso libro “Una excursión a los indios ranqueles”
Cuando regresó del frente, Lucio V. Mansilla propuso a Sarmiento como presidente. Y junto a Aurelia Vélez trabajaron juntos para lograrlo. Cuando el padre del aula asumió la primera magistratura, él se acercó para pedirle un lugar en el nuevo gobierno. No logró lo que quería, pero fue designado Coronel y Comandante de Fronteras en Río IV, Córdoba.
En 1870, sus visitas a las tierras aborígenes, en su intento de firmar un tratado de paz con ellos -frustrado por las autoridades nacionales- lo llevó a escribir su famoso libro "Una excursión a los indios ranqueles".
El militar y escritor buscó durante toda su vida la perfección: "Si eres franco por carácter, procura ser reservado por estudio", escribió. Excelente consejo, ¡que él jamás puso en práctica! Era impulsivo, inconstante, versátil: por algo sus amigos le dieron escaso espacio en el gobierno. Otra manía: horror a perros y ratones. No hay gran hombre que no tiemble ante nimiedades.
Alto, esbelto, impecable en la juventud y no menos en la madurez, cierto día le regalaron un largo sobretodo-levitón claro y una galera sedosa color crema. Estaba encantado. Lo primero que dijo fue: "Me voy a la calle Florida. Quiero que el mundo admire mi elegancia…".
Pasó sus últimos años en Europa, postrado. Ningún narcótico logró calmar sus dolores. Pero mientras su cuerpo se derrumbaba, la lucidez siguió intacta.
Ansiaba volver a Argentina. Pero no sucedió. Murió el 8 de octubre de 1913, en París.
Un cronista porteño escribió: "La calle Florida hoy empieza hoy a envejecer".Acaso nada más cierto.






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