CARLOS E. ASTOL. El lenguaje de las togas. Placa conmemorativa.
Foto personal tomada el 13 de marzo de 2021.
Al comenzar la tarea del relevamiento de las obras de arte y arquitectónicas y el aprender el lenguaje simbólica, pensaba que sería una tarea relativamente sin mayores complicaciones. A medida que avanza el tiempo y mis conocimientos se profundizan he comprendido que estaba totalmente equivocado porque cada día y con cada imagen surgen nuevos desafíos. Hoy tomo conciencia del complejo lenguaje de las togas que tan frecuentemente aparecen en las placas conmemorativas y diversas obras del arte funerario. Aquí encontramos una placa que dice: "CARLOS E. ASTOL. Falleció el 10 de octubre de 1924. Sus compañeros del Banco de Londres y América del Sud. IN MEMORIAM". Un dato frecuente de esta placas es que pertenecen a funcionarios tanto jerárquicos como simples empleados. Esto constituye otro testimonio de la diversidad socio económica de muchos de los residentes en este cementerio. Vemos aquí a una doliente con una toga que le cubre la cabeza como gesto funerario, en sus manos una corona que expresa sentimientos de eternidad y a sus pies una palma que nos habla simbólicamente de triunfo.
RECURSO.
LA TOGA EN LA ANTIGUA ROMA.
La toga era una prenda característica y distintiva de la Antigua Roma, consistente en una larga tela aproximadamente semicircular de entre 3,5 y 6 m de largo que se colocaba sobre los hombros y alrededor del cuerpo. Normalmente se tejía con lana blanca y se vestía sobre una túnica. Según la tradición romana, se decía que era la vestimenta preferida de Rómulo, el fundador de Roma, y que la vestían ambos sexos y los ciudadanos militares. A medida que las mujeres romanas fueron adoptando la stola, la toga se convirtió en una prenda formal para los ciudadanos romanos varones. Las mujeres que ejercían la prostitución, que podían utilizar la toga muliebris, serían la principal excepción a esta regla. El tipo de toga utilizada reflejaba el rango de un ciudadano en la jerarquía civil. Diversas leyes y costumbres restringían su uso a los ciudadanos, a quienes se les exigía que la usasen en fiestas públicas y deberes cívicos.
Desde sus probables comienzos como una prenda de trabajo sencilla y práctica, la toga se volvió más voluminosa, compleja y costosa, y cada vez más inapropiada para cualquier otra cosa que no fuera el uso formal y ceremonial. Estaba y está considerado como el «traje nacional» de la antigua Roma; como tal, tenía un gran valor simbólico, pero era difícil de colocar, incómodo y complicada de llevar correctamente, y nunca fue verdaderamente popular. Cuando las circunstancias lo permitieron, los que tenían derecho u obligación de usarla optaron por prendas más cómodas e informales. Poco a poco fue cayendo en desuso, primero entre los ciudadanos de la clase baja y luego entre los de la clase media. Con el tiempo, fue utilizada solamente por las clases más altas en ocasiones ceremoniales, y hacia el siglo V, había sido reemplazada como traje oficial por el más práctico pallium y la paenula.
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